LA BATALLA
El general Paz en
sus Memorias póstumas describió el orden de batalla:
"Nuestra infantería
estaba formada en seis columnas de las que cinco estaban en línea y una en
reserva, en la forma siguiente:
1° principiando por la derecha, el Batallón de
Cazadores a las ordenes del comandante Manuel Dorrego, 2° y 3° eran formadas
del Regimiento N° 6 que era el mas crecido, una á las órdenes del comandante
Carlols Forest, y la otra, aunque no puedo asegurarlo á las del comandante
Ignacio Warnes, 4° del Batallón de Castas á las órdenes del comandante José
Superi, 5° de las compañías del N° 2 venidas últimamente de Buenos Aires, al
mando del comandante D. Benito Alvarez, 6° y última compuesta del Regimiento N°
1 al mando del comandante D. Gregorio Perdriel. La artillería que consistía en
doce piezas, si no me engaño, estaba distribuida en los claros, menos dos que
habían quedado en la reserva"
A las nueve de la mañana
del día 20 se desplazó el Ejército Nacional cubriendo todo el ancho de la
planicie que en leve plano inclinado lleva a la ciudad.
Marchaba compacto sobre
el centro con la caballería e infantería, separada por sectores, reserva
plegada y dos columnas de caballería en ambos flancos.
Tristán lo esperaba
fortaleciendo el lado izquierdo de su formación, pues el flanco derecho se
apoyaba sobe el cerro San Bernardo, donde había distribuido una columna de
tiradores que obstaculizaran las cargas sobre ese sector.
Precisamente esta
disposición posibilitó al español controlar los ataques porque además de
prevalecer en el llano rechazaba los avances sobre el flanco derecho por la
eficaz acción de los tiradores del cerro y porque el terreno dificultaba las
operaciones de caballería.
Al promediar el combate
Belgrano cambió su táctica inapropiada. Movilizó la reserva, dotando de más
efectivos de infantería y caballería y ordenó a Martín Dorrego, que había
reemplazado al segundo jefe Díaz Vélez, gravemente herido, atacar vigorosamente
("... lléveselos por delante...").
Dispuso cargar simultáneamente con
artillería y, luego de cruzar el campo, condujo él mismo la avanzada contra las
barricadas del cerro.
Al mediodía la situación
varió. La furibunda carga de Dorrego arrasó el flanco izquierdo junto a las
columnas de Cornelio Zelaya, Francisco Pico, Carlos Forest y José Superí
(compartieron el honor de ser los primeros oficiales triunfantes de la ciudad)
sostenían la persecución de las calles.
En tanto el centro y el ala izquierda
patriota fue quebrando inexorablemente la resistencia.
Con la retirada cortada,
los realistas vencidos retrocedieron desordenadamente quedando entrampados en
el corral que circunda la ciudad, denominado Tagarete del Tineo, donde fueron
diezmados por los criollos.
El tramo final de la lucha se concentró alrededor
de la Plaza Mayor, mientras el desbande y la persecución eran confusos y
cruentos.
La calma llegó cuando
desde la iglesia de La Merced doblaron campanas por la patria anunciando la
rendición incondicional del invasor.
Queda acordado que al
día siguiente los soldados realistas salgan de la ciudad con los honores de la
guerra, a tambor batiente y con las banderas desplegadas, y que a las tres
cuadras rindan las armas y entreguen los pertrechos de guerra, quedando
obligados por juramento, desde el general hasta el último tambor, a no volver a
tomar las armas contra la Provincias Unidas hasta los límites del Desaguadero.
Belgrano devolverá todos los prisioneros, a cambio de igual actitud por parte
de los realistas, quienes deberán entregar los prisioneros patriotas que tiene
Goyeneche en el Alto Perú.
Así desfilan 2.786
hombres. La caballería echa pie a tierra y rinde sus sables y carabinas; la
artillería entrega sus cañones, carros y municiones.
Belgrano dispensa al
general Tristán de la humillación de entregarle personalmente la espada, y lo
abraza ante todos los presentes.
Tres banderas son los
trofeos de esta victoria. Diecisiete jefes y oficiales fueron hechos
prisioneros en el campo de batalla; hubo 481 muertos, 114 heridos, 2.776
rendidos.
En total, 3.398 hombres que componían el ejército de Tristán, sin
escapar uno solo. Además, diez piezas de artillería, 2.188 fusiles, 200 espadas,
pistolas y carabinas y todo el parque y la maestranza.
Luego de enterrar a los
héroes del 20 de febrero de 1813, el General Manuel Belgrano colocó una humilde
cruz de madera en la fosa común de los 600 guerreros muertos de ambos lados.
El
Gobernador Feliciano Antonio Chiclana la reemplazó, a pedido del mismo
Belgrano, por otra cruz pintada de verde, con la leyenda cristiana ``A los
Vencedores y Vencidos''.
Las capitulaciones
firmadas con Tristán, permitían a los realistas volver a sus casas, previo el juramento
de no tomar nuevamente las armas contra las Provincias Unidas.
Esta lenidad en
las condiciones, desató, contra Belgrano, las críticas de los partidarios de
una acción enérgica. "Siempre se divierten - le escribía a
Chiclana: los que están lejos de las balas y no ven la sangre de sus
hermanos...
También son esos los que critican las determinaciones de los jefes.
Por fortuna dan conmigo que me río de ellos, y hago lo que me dicta la razón,
la justicia y la prudencia y no busco glorias sino la unión de los americanos y
la prosperidad de la patria. . . ".
La Asamblea
Constituyente. con fecha 8 de marzo, dispuso premiar a Belgrano con 4~0.000
pesos y un sable con guarnición de oro por el brillante triunfo obtenido.
Generosamente declinó el
obsequio Manuel Belgrano.
Y al hacerlo, comprometió para siempre la gratitud de
Tarija, Jujuy, Tucumán y Salta, para quienes dispuso, con ese dinero, la
creación de cuatro escuelas.
"Que renunciar, es poseer".
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