Nació en la ciudad de Salta
el 8 de febrero de 1785, siendo sus padres Gabriel de Güemes Montero, comisario
de guerra y ministro general de la real hacienda de la Provincia, y María
Magdalena de Goyenechea y la Corte (nacida en Jujuy e hija del general Martín
Miguel de Goyenechea). Ambos
progenitores del famoso caudillo estaban vinculados a las familias más
respetables de Salta y de Jujuy.
Influenciado el joven
Güemes por la tradición de su abuelo materno y con el beneplácito de sus
padres, sentó plaza de cadete en el Regimiento “Fijo” de Buenos Aires (en una
compañía que se encontraba en Salta), el 13 de febrero de 1799.
El “Fijo” bajó a Buenos
Aires en 1801 y de aquí a Montevideo en 1803.
Más tarde compartió de las
gloriosas jornadas de 1806 y 1807, con motivo de las invasiones inglesas, en
las filas de su regimiento, ascendiendo por estos hechos a Alférez graduado, al
mismo tiempo que le hacían Teniente de Milicias de Granaderos del Virrey
Liniers.
En la Reconquista de la
ciudad de Buenos Aires, el 12 de agosto de 1806, Güemes desempeñaba funciones
de ayudante de Liniers, general en jefe de las fuerzas libertadoras.
La tradición cuenta que el
combate había terminado después de dos horas de rápida acción llevada con toda
energía por soldados bisoños, por el amor de la tierra en que nacieron,
quebrantando el esfuerzo de expertos veteranos que habían hecho frente a los
soldados de Bonaparte en San Juan de Acre.
Pueyrredón acababa de
arrebatarles el estandarte del glorioso Regimiento Nº 71, y el general
Beresford había rendido su espada.
Cercanas las sombras de
lluviosa tarde de invierno, se reunía un grupo de jefes y oficiales al pie del
asta bandera en el bastión Norte, contemplando con satisfacción el real
pabellón, flameando donde hacía pocos momentos tremolaba el de la vieja
Albión.
El jefe vencedor dialogaba
en aquellos instantes con el jefe de la escuadrilla que había trasportado de La
Colonia a las legiones reconquistadoras, Gutiérrez de la Concha.
El diálogo agitado de
Liniers, apenas llegaba a herir los oídos de un joven bizarro de brillante
uniforme, que inclinado desde sus años juveniles a la noble carrera de las
armas, había revelado en aquellos angustiosos días una actividad y un
comportamiento tan digno, que el general en jefe le había hecho quedar a su
lado, en calidad de ayudante, como queda dicho; el día 11, enviado desde la
plaza para informar a Liniers de la situación allí, había quedado al lado del
futuro vencedor.
El diálogo entre
Liniers y Gutiérrez de la Concha era producido por un buque de la escuadra de
Popham, que había estado bombardeando la ciudad, el cual aparentemente estaba
varado.
El jefe de la Reconquista,
después de observar con el catalejo el buque de referencia, se dio vuelta al
ayudante Güemes y le dijo:
“Usted que siempre anda bien
montado, galope por la orilla de la Alameda, que ha de encontrar a Pueyrredón,
acampado a la altura de la batería Abascal y comuníquele la orden de avanzar
soldados de caballería por la playa, hasta la mayor aproximación de aquel barco
que resta cortado de la escuadra en fuga”.
Güemes con la velocidad del
relámpago trasmitió a Pueyrredón la orden de Liniers y más rápidos aún, los húsares
de aquel Jefe, se apresuraron a arrojarse al río con el agua hasta el encuentro
de sus cabalgaduras, y rompían el fuego de sus tercerolas sobre el buque
varado, cuyo comandante comprendiendo la gravedad de su situación, hizo señales
desde el alcázar con un paño blanco, anunciando su rendición; era el “Justina”,
de 26 cañones, 100 tripulantes, el cual durante aquella dura jornada,
habiéndose acercado mucho a tierra, había hecho un fuego realmente destructor
contra las legiones libertadoras, pero su audacia le resultó cara, como se
ve.
Era una de las unidades de
la escuadra británica del comodoro Home Popham.
Participó también en
las operaciones que tuvieron por escenario la Banda Oriental, con motivo de las
invasiones inglesas, y de regreso de estas campañas, solicitó permiso para
regresar a Salta, ya teniente de milicias, lo que le fue concedido el 7 de
abril de 1808. llegado a su ciudad
natal, el gobernador Isasmendi dispuso fuese agregado a la guarnición de la
plaza con el grado de Teniente.
La “Suprema Junta
Gubernativa del Reino”, en Sevilla, el 13 de enero de 1809, le expidió a Güemes
el ascenso a subteniente efectivo del Regimiento de Infantería de Buenos Aires.
Corría el año de 1810
y Güemes con el grado de Teniente de Granaderos de Fernando VII se encontraba
en Salta con licencia, cuando estalló en Buenos Aires el movimiento
emancipador.
Este resonó con eco
extraordinario en aquella ciudad, que fue la primera que respondió al grito de
libertad lanzado desde la Capital.
Güemes se incorporó a las
fuerzas que la Primera Junta lanzó sobre el Alto Perú, con una partida de 60
jinetes, a cuyo frente se presentó al nuevo Gobierno.
Esta partida de 60 hombres,
fue llamada “Partida de Observación” y fue equipada con gran lujo, para el cual
habían contribuido en gran parte las casas de Gurruchaga y de Moldes.
Güemes fue nombrado capitán
de la misma, en setiembre de 1810, fecha en que se le encuentra destacado en
Humahuaca (el día 22 de aquel mes).
Güemes al frente de su
partida, contribuyó a la victoria de Suipacha, el 7 de noviembre de 1810.
Reunidas las fuerzas en
Potosí, algo grave pasó entre el general Balcarce y Güemes, con motivo del
parte de Suipacha, por lo que este último fue separado del ejército, actitud de
la cual reclamó Güemes ante la Junta, la que con fecha 23 de junio de 1811
accedió a su reclamo, ordenando su reincorporación al ejército, el cual ya se
hallaba al mando de Pueyrredón, pues había sufrido ya el contraste de Huaqui,
el día 20 de junio, lo que obligó a replegarse sobre Jujuy.
Güemes ya había sido
ascendido a capitán y Pueyrredón al llegar a Jujuy reorganizó sus fuerzas, con
las que avanzó nuevamente al Alto Perú, ocupando Suipacha con su vanguardia,
mandada por Díaz Vélez; pero allí fue derrotado el 11 de enero de 1812, y al
día siguiente en el combate de El Nazareno.
Ante este fracaso,
Pueyrredón resuelve retirarse a Tucumán, y desde Humahuaca solicita su relevo,
llegando el 20 de marzo del mismo año, a Yatasto, donde le recibe el mando el
general Belgrano.
Belgrano contramarchó
a Jujuy, donde se propuso la tarea de reorganizar el ejército.
Desde allí, despachó a
Santiago del Estero al capitán Güemes, por un acto de indisciplina.
El “pecado” de Güemes fue su
relación amorosa con la esposa de un teniente del Ejército, que la había
abandonado y ya separada convivía con Güemes, que era soltero todavía.
Enterado Belgrano que esta
señora se había ido a vivir a Santiago, decide el traslado de Güemes a Buenos
Aires.
A su paso por Córdoba
fue encargado de conducir a la Capital el contingente de presos realistas que
se encontraba en aquella ciudad.
El 20 de enero de 1813
llega Güemes a Buenos Aires y solicita al gobierno se le haga conocer la causa
de su confinación, respondiendo el Estado Mayor que “no hay antecedente
alguno”, por lo que el gobierno se dirige a Belgrano para que haga conocer las
causas.
Pero antes de recibir la
respuesta y en mérito a su carrera militar, Güemes es agregado al Estado Mayor
General en calidad de capitán de Infantería.
El Oficio de Belgrano al
gobierno decía:
“Habiéndome informado el alcalde de la ciudad de Santiago don
Germán Lugones de la escandalosa conducta del teniente coronel graduado, don
Martín Güemes, con doña Juana Inguanzo, esposa de don Sebastián Mella, teniente
de dragones en el ejército de mi mando, por vivir ambos en aquella ciudad
aposentados en una sola mansión, y habiendo adquirido noticias que este oficial
ha escandalizado públicamente mucho antes de ahora con esta mujer en la ciudad
de Jujuy…
Con estos antecedentes indubitables, considerando que cualquier
procedimiento judicial sobre la materia sería demasiado escandaloso y acaso
ineficaz, he tomado la resolución de mandarle a Güemes …
Espero que vuestra
excelencia se dignara aprobar estas medidas en que sólo he tenido por objeto la
conservación del orden, el respeto a la religión…”.
El 15 de abril de 1813,
Belgrano le escribía a Chiclana: …
”Si usted no presta oídos
más que a los patriotas, le llenarán la cabeza de especies,…estoy arrepentido,
usted sabe cuál es mi lenguaje y siempre digo lo que siento…” (1)
El 12 de agosto de 1813 el
Gobierno resolvió que Güemes pasase agregado al Estado Mayor del ejército
sitiador de Montevideo, como teniente coronel graduado; lo que no lo satisfizo
porque se le rebajaba la jerarquía; ordenándose que se le abonasen los sueldos
devengados desde aquella fecha.
Ante una solicitud de Güemes
pidiendo marchar al Norte con San Martín, y que este informó el 6 de diciembre
del mismo año en forma conveniente, se accedió a lo pedido por el causante.
El 7 de diciembre de
1813 Güemes era ascendido a Teniente Coronel graduado del Ejército y era
destinado nuevamente al Ejército Auxiliar, del cual recibía el mando en jefe el
coronel San Martín, el 30 de enero de 1814.
Güemes había concurrido presuroso
a su provincia natal, al tener conocimiento de que se había producido una nueva
invasión realista.
San Martín que había oído
ponderar los servicios del caudillo salteño, aceptó complacido sus servicios y
lo nombró comandante de las avanzadas de Salta, por el lado del río Pasaje,
mientras que Apolinario Saravia quedaba de comandante de avanzadas por el lado
de Guachipas.
No estaba equivocado el
futuro general de los Andes en la elección del personaje para hacer aquella
guerra de partidas que mantendría en jaque a los españoles cuando se
aventurasen en las provincias del Norte; en compañía de Francisco Gorriti, se
propuso levantar todo el paisanaje por la causa de la libertad. Su éxito fue tan grande como rápido, pues
todos los partidarios de la libertad pusieron su vida y sus bienes a su
servicio, halagados tan sólo por cooperar en la emancipación del suelo
natal.
Desde aquel momento empieza
a hacerse sentir la acción personal de Güemes en aquella guerra interminable de
partidas, en que los realistas no podían asomar por ninguna parte sin encontrar
inmediatamente fuerzas dependientes de Güemes que les presentarán combate, o
mejor dicho, que les asesten un terrible zarpazo.
Cuando los realistas
ocupaban la ciudad de Salta, en 1814, Güemes concibió el audaz proyecto de
apoderarse de su ciudad natal; en demanda de este objetivo, el día 27 de marzo
de aquel año, pernocta en la Cuesta de la Pedrera, a tres leguas de Salta,
donde existía una guardia realista, que Güemes sorprende al amanecer del 28, tomándola
casi toda prisionera.
Sabedor de que el jefe
español de la ciudad, coronel Castro, se
encontraba allí con todas sus fuerzas, resuelve atraerlo a su posición, para lo
cual destaca un piquete para provocarlo.
Pero Castro también era
salteño y conocía muy bien las tretas criollas y no avanzó en la persecución de
sus enemigos más de una legua, el día 29 de marzo, persecución que efectuó con
80 jinetes, los mejores del regimiento.
Ante el fracaso para atraer
a Castro, Güemes resolvió atacarlo y haciendo avanzar a su gente, le ordenó
cargar puñal en mano, poniendo en fuga a Castro y sus jinetes, que no pararon
hasta llegar a Salta, quedando en poder de Güemes 45 prisioneros, armas y
caballos.
Por sus merecimientos en
esta acción, el Director Supremo le reconoció la efectividad de teniente
coronel de Ejército el 9 de mayo de 1814 y por recomendación de San Martín, se
lo declaró “Benemérito”, dándosele las gracias en nombre de la Patria.
Se le nombró Comandante
General de la Vanguardia, con lo cual los patriotas que operaban en Guachipas y
en el Pasaje, quedaban bajo su comando.
Güemes los organizó divididos en tres secciones; la primera, la más
próxima al enemigo, tomó el nombre de guerrilla o avanzada de los campos de
Salta, al mando de Pedro José Zavala; la segunda, llamada avanzada de
Guachipas, que servía de sostén a la anterior, a las órdenes siempre de
Apolinario Saravia, teniendo por teatro el Valle de Lerma; la tercera tenía por
zona de operaciones hacia Oriente, sobre el camino que une Tucumán con Salta Y
Jujuy, compuesta en su mayor parte por gauchos de esa región, bajo el mando
personal de Güemes, con su vanguardia particular estacionada en Cobos y Campo
Santo, al mando de Pablo Latorre.
Tantas dificultades para el
avance de las fuerzas reales, decidieron al general Pezuela, comandante en
jefe, trasladarse desde Tupiza hasta Jujuy, donde permanecía el general Ramírez
Orozco, como jefe de la guarnición.
A esta ciudad llegó Pezuela
el 27 de mayo de 1814, al frente de 4.000 soldados aguerridos. Traían el propósito de realizar el plan que
el Virrey Abascal había trazado en 1812 al general Goyeneche, esto es, socorrer
a Montevideo, salvando al ejército de 6.000 hombres allí encerrado, que
agregado a sus tropas y a las que le enviarían desde Chile, tendría a sus
órdenes 12.000 soldados, con los cuales esperaba dar fácil cuenta del gobierno
patriota de Buenos Aires.
Los gauchos de Güemes pronto
convencieron al general español de las insuperables dificultades que era
necesario vencer; que 4.000 gauchos armados de puñales, lanzas, boleadoras y
escaso número de armas de fuego, a los que apoyaban apenas 300 soldados del
ejército regular, era una barrera difícil de vencer.
Pronto se convenció Pezuela
de que no había nada que hacer contra esta infranqueable barrera y no encontró
otro expediente que buscar una batalla general y con este propósito trató de
atraer a San Martín a Salta, ya que los gauchos le impedían a él llegar hasta
Tucumán, y concentró todas sus fuerzas en Salta.
Sin embargo, la acción de
Güemes y sus gauchos fue tan efectiva que el general Pezuela con todo su
ejército en Salta y su Cuartel General en Jujuy, se encontraba imposibilitado
de avanzar. Marquiegui, jefe realista
natural de Jujuy, propuso al general Pezuela abandonar el camino real por el
Pasaje a Tucumán, y tomar el que conduce al mismo punto más hacia Oriente,
atravesando el desierto.
Marquiegui se puso en marcha
desde Jujuy con 400 hombres de infantería y caballería, llegando a Yaví el 15
de junio, donde arrolló al comandante patriota Arias, y tomó rumbo al Este en
dirección a Orán, tomando sucesivamente una serie de fortines en el Chaco con
rumbo al Sur.
Pero Güemes lo había sentido
y cuando Marquiegui se proponía regresar a Jujuy, fue atacado por aquel el 26
de junio en Anta y el 29 en Santa Victoria; se desvió al Oeste y se dirigió a
Jujuy por el camino de la Cuesta Nueva, pero el 4 de julio fue destrozada por
Güemes su retaguardia.
Al mismo tiempo, su
subordinado Zavala, el 11 de junio llegaba hasta los aledaños de Salta en un
ataque contra los realistas.
Estos contratiempos le
decidieron a iniciar su retirada el 25 de julio de 1814. Entretanto el general Rondeau mandaba el
Ejército Auxiliar, en reemplazo de San Martín.
Tan pronto como Güemes
tuvo conocimiento de la retirada de Pezuela, se aproximó a Salta, cuyo sitio
estrechó a fines de julio.
Güemes ocupó su ciudad natal
y Pablo Latorre la de Jujuy, adelantando sus avanzadas en persecución del
enemigo a las órdenes de Alejandro Heredia.
Güemes se apresuró a
trasladarse a Jujuy, mientras Pezuela, volaba más que corría, desde que abandonó Jujuy el 3 de agosto,
llegando a Suipacha el día 21, después de haber perdido 1.500 hombres y haber
recibido una lección soberbia.
Indudablemente, influyó en
la decisión para retirarse, la noticia de la caída de la plaza de Montevideo,
el 23 de junio.
Rondeau avanzó a fines de
1814 hacia el Norte, habiendo sido reforzado su ejército en forma notable,
gracias a los cuerpos que había dejado libres la caída de Montevideo.
El 17 de abril de 1815, en
la sorpresa del Puesto de Marqués, Güemes ejecutó una carga contra los
realistas, haciendo una horrible matanza.
Al día siguiente, el
caudillo salteño pretextaba una enfermedad al general Rondeau para retirarse
del ejército.
Desde el 30 de setiembre del
año anterior ostentaba los galones de coronel graduado.
La causa de la enfermedad no
era más que un pretexto.
Al pasar por Jujuy se
apoderó de 700 fusiles que existían en el parque del ejército, que Rondeau
había ordenado que le remitieran, a lo que Güemes contestó con franqueza que
era necesarios llevarlos para armar las partidas de Salta y resistir a la
próxima invasión española.
Llevó también unos 300
hombres enfermos que encontró en Jujuy, de modo que en breve, el caudillo
salteño alcanzó a contar con 1.500 hombres.
Güemes se había
retirado del ejército, porque prontamente se dio cuenta que con la indisciplina
reinante en él, iba derecho a un desastre, como aconteció.
El 6 de mayo de 1815 Güemes era elegido por
asamblea popular, gobernador de Salta.
Cinco meses más tarde lo
eligió también el pueblo de Jujuy.
Rondeau, después de su desastrosa campaña de aquel año, al replegarse a
Huacalera, ya había declarado a Güemes traidor a la patria, en agosto, mediante
un manifiesto; ahora, el 8 de marzo de 1816, Rondeau abandonaba su campamento
de Huacalera, anunciando que como Güemes le había negado recursos, para
proveérselos con más comodidad, se trasladaba a Salta con 3.500 soldados.
Fracaso total de Rondeau fue
esta empresa contra el bravo caudillo salteño.
Aquel, que había llegado a Jujuy, sin esperar a Güemes para una
entrevista a la que se habían citado, el 13 de marzo se puso en marcha sobre
Salta, con 2.500 soldados veteranos, acampando en el campo de Castañares, a una
legua de la ciudad, el día 15, ocupando la ciudad sin resistencia.
Después Rondeau salió de
Salta y acampó en el Viñedo de Tejada, a la entrada de Cerrillos, donde los
gauchos le arrebataron 200 cabezas de ganado, toda la caballada del Regimiento
de Dragones que la custodiaba, con lo que el ejército quedó a pie y sin
sustento.
El día 20 de marzo, los
gauchos arrebataron a Rondeau los últimos animales que le restaban para la
alimentación, lo que desconcertó profundamente al general en Jefe.
El día 22, los buenos
oficios de los hermanos Figueroa lograron llevar en los Cerrillos a Güemes a
una entrevista con Rondeau, en la que ambos firmaron una capitulación, por la
que se reconocía una paz sólida entre el Ejército Auxiliar y el Gobernador de
Salta.
Al llegar Rondeau a Jujuy de
regreso, el 17 de abril, lanzaba un bando justificando la conducta de
Güemes.
El 7 de agosto del mismo año
el primero entregaba en Las Trancas, al
general Belgrano, el comando en jefe del ejército, mientras el segundo había
vuelto a ocupar su línea de defensa al Norte, lo cual era una garantía para la
causa patriota.
Desde aquel momento Güemes
es el Angel Tutelar de la Patria en aquellas apartadas regiones.
El general Ramírez de
Orozco ordena a Olañeta que invada por la Quebrada de Humahuaca con su División
de Vanguardia; el 17 de agosto de 1816 ocupa Yaví y el 29 llega a Humahuaca;
por su parte el coronel Marquiegui logra tomar Tilcara, el 19 de setiembre,
pero pocos días después las partidas de gauchos quebraderos y jujeños obligan a
los invasores a retirarse, tenazmente hostilizados.
El general Olañeta ocupa
sorpresivamente el 15 de noviembre del mismo año, Yaví, tomando prisionero al
Marqués de este nombre, coronel mayor Juan José Fernández Campero, y a su
segundo, el teniente coronel Juan José Quesada (El primero conducido a Potosí,
logró fugar y permanecer algún tiempo oculto, pero no pudiendo salir de aquella
Provincia, optó por presentarse; murió en viaje para España, en 1820).
El 6 de enero de 1817,
Olañeta se apodera de Jujuy, donde es sitiado tenazmente por Pérez de
Urdinenea, que hábilmente dificulta el abastecimiento de sus tropas.
El 14 del mismo mes llega el
general en jefe, La Serna, a Humahuaca con el grueso del ejército., y resuelve
fortificar dicho pueblo, dejando un depósito de armamento y víveres al cuidado
de un destacamento y prosigue su marcha sobre Jujuy, donde diariamente se
combate en los alrededores de la ciudad, distinguiéndose particularmente el
capitán Juan Antonio Rojas, que al frente de los “Infernales” lucha
ventajosamente contra fuerzas superiores mandadas por Arregui, en San Pedrito,
haciéndoles muchas bajas.
El 12 de enero, Olañeta se
vio obligado a abandonar Jujuy para marchar en apoyo de su cuñado, el coronel
Marquiegui; y el 23 del mismo mes, estos dos últimos entran en Jujuy seguidos
del general La Serna.
El 13 de abril este
último parte de la mencionada ciudad, en dirección a Salta, en la que entra el 16; pero cruelmente
hostilizadas sus tropas por las partidas de Güemes que impiden el acopio
imprescindible de víveres, el General español inicia la evacuación de la
capital salteña el 5 de mayo, y el día 21 del mismo mes quedó evacuado todo el
territorio de las dos provincias norteñas.
En los primeros días de
junio el ejército real llegaba a Tilcara; el día 2, proseguía su repliegue por
fracciones, constantemente hostilizado por las partidas patriotas, quienes
atacaron a sus enemigos en Tres Cruces, en Sococha y aún en Tupiza, donde
obligaron a la guarnición a encerrarse bajo los muros de la ciudad.
Por toda esta serie de
brillantes triunfos alcanzados por Güemes y sus gauchos, el Gobierno premió a
aquél con el grado de Coronel Mayor, con fecha 17 de mayo de 1817; una medalla
de oro y una pensión vitalicia para su
primer hijo, de $400.-; una medalla de plata con brazos de oro para los jefes y
una puramente de plata para los oficiales, y para la tropa, un escudo de paño
con la inscripción: “A los heroicos defensores de Salta”.
El 11 de junio de igual año,
Olañeta invade nuevamente por la Quebrada de Humahuaca con 100 hombres y es
combatido por el capitán Manuel Eduardo Arias el 23 en Los Toldos y Baritú; el
25 de noviembre en Colanzuli; el 27 en Humahuaca; el 1º, el 15, 18, 25 y 26 de
diciembre en Uquía, Caluti, San Lucas y Tilcara, habiéndose visto obligado a
retirarse de Humahuaca el día 3 del mismo mes, con grandes pérdidas y
continuamente hostilizado por las columnas patriotas.
El 1º de enero de
1818. el general La Serna destaca desde Tupiza al general Gerónimo Valdés con
400 hombres para reforzar a su vanguardia, mandada por Olañeta, que se mantenía
en Humahuaca.
Reunidos ambos jefes
realistas, avanzaron sobre Jujuy, que ocupaban el 14 de enero, saqueándola,
pero fuertemente hostilizado Olañeta por las partidas de Güemes, el mismo día
abandona su presa, retirándose al Norte, siendo perseguido por los patriotas
hasta cerca de Yaví. El 26 de junio de
aquel año, el general Canterac, unido al coronel Valdés, expediciona hasta
Orán, pero diariamente son hostilizados por las partidas independientes, Canterac y el coronel Vigil combaten el 5 de
agosto en Tarija y Orán, contra las partidas de Rojas y Uriondo.
El 17-18 de marzo de 1819
los generales Canterac y Olañeta invaden por la Quebrada de Humahuaca y son
combatidos: el 3 de abril, en Huacalera y Tilcara; el 12 de mayo, en Iruya y
Orán; el 9 de setiembre, en El Rosario; en octubre, en Orán y Santa Victoria y
el 28 de ese mismo mes, en San Antonio de los Cobres.
Del 10 al 20 de diciembre
son combatidos: Canterac, en La Rinconada; Lóriga en la quebrada de Toro y
Gamarra en San Antonio de los Cobres.
En mayo de 1820 es invadida
Salta por un ejército de 4.000 hombres a las órdenes del general Ramírez
Orosco, y los generales Canterac, Olañeta y Valdés y los coroneles Gamarra,
Vigil y Marquiegui.
Del 8 al 27 de mayo
los gauchos de Güemes combaten contra Ramírez y Canterac, en Guaia, La Cabaña,
Perico y Monte Rico.
El 24 de mayo los españoles
se apoderan de Jujuy y el 31 del mismo mes, después de las acciones en Lomas de
San Lorenzo y en Salta, se apoderan de esta última ciudad; pero del 2 al 8 de
junio se libran numerosos encuentros con las partidas salteñas; en La Pedrera,
Quesera, Cruz y Chamical (contra Olañeta y Valdés) y Cerrillos, Chamical, en la Troja (con Olañeta) y en
Pasaje (contra Vigil y Méndez).
El 28 de junio de 1820
fuertes combates en Cerrillos contra Canterac, Clover y Ferraz, en los que
muere el coronel patriota Juan Antonio Rojas (célebre guerrillero).
El día 30, el ejército real inicia su
retirada, evacuando la provincia de Salta el 5 de julio.
El 1º de febrero de 1821,
Güemes delega el mando de la provincia en el Dr. Gorriti y se ausenta al Sud de
la misma, para rechazar la invasión del gobernador de Tucumán Bernabé Aráoz e
invade a su vez la de Tucumán. Los españoles,
noticiados de este acontecimiento, a las órdenes de Olañeta, el 10 de marzo de 1821 invaden la Quebrada de
Humahuaca, siendo combatidos hasta mediados de abril: en Humahuaca, Laguna, San
Lucas, Valle Grande, Tilcara, Uquia y el día 21 de abril, la vanguardia
realista, formada por 300 hombres mandados por Marquiegui, entra en la ciudad
de Jujuy.
Mientras tanto, las
tropas de Güemes, aliadas a las de Ibarra (de Santiago del Estero), son batidas
por los coroneles Abraham González y Manuel Eduardo Arias, el 3 de abril, en
las cercanías de Tucumán.
Ante el peligro de la
invasión española, el gobernador substituto, Dr. Gorriti, delegó el gobierno en
el Cabildo y se puso a la cabeza de 600 hombres que logró reunir y marchó en
busca del enemigo, al que puso sitio en la boca de la Quebrada de Humahuaca,
obligándolo el día 27 de abril a rendirse a discreción, con su jefe el coronel
Marquiegui, contraste que obligó a Olañeta a regresar a sus posiciones.
Pocos días después del
primer desastre, Güemes era nuevamente batido en Acequiones y Trancas, por las
fuerzas tucumanas.
La noticia de este
contraste, así como también la del triunfo de Gorriti, llegadas casi
simultáneamente a Salta, indujeron al Cabildo, el 24 de mayo, a deponer a
Güemes y a designar gobernador provisorio al alcalde del primer voto Saturnino
Saravia, pero el día 30, se presentó Güemes frente a Salta y no obstante que
una parte de los civiles y dos escuadrones de caballería lo esperaban formados
para combatirlo, bastó que sus soldados oyeran su vos gangosa, para que el
grito
“¡Viva Güemes!” brotara de todos los pechos y el famoso caudillo ocupara
nuevamente el gobierno.
Estableció su cuartel
general en Chamical, cuatro leguas al S. E. de Salta. Sabedor Olañeta de todos los acontecimientos
relatados, resolvió destacar al coronel José María Valdés (Barbarucho) con 500
hombres, con orden de avanzar sobre la ciudad de Salta por el camino del
Despoblado (quebrada del Toro) atravesando las fragosas sierras de Leser y
Yacones.
En la noche del 7 de junio
de 1821 los españoles ocupaban la ciudad de Salta y Güemes que con una escolta
de 50 hombres se encontraban en casa de su hermana Magdalena despachando la
correspondencia con su secretario; al necesitar un documento que se encontraba
en el Cabildo, despachó un ayudante a buscarlo, el cual en la plaza fue
tiroteado en la oscuridad al contestar un
¿Quién vive? de los realistas.
Güemes que creyó nuevamente
en un movimiento subversivo, salió de la casa para indagar el origen del tiro y
en la plaza fueron tiroteados por otra partida y al desbandarse la escolta, el
caudillo tomó por una calle lateral, donde tropezó con otra partida realista
que le hizo fuego, hiriéndolo de gravedad.
La bala ingresó por la cadera y salió por la ingle.
Sin largarse del caballo,
logró salir a las afueras de la ciudad, donde algunos de sus partidarios
acompañaron al general herido desde el Campo de la Cruz hasta su campamento en
El Chamical.
A los diez días, el 17 de
junio de 1821, el gran caudillo, debilitado por la abundante hemorragia,
quebrado por crueles dolores, viendo que se le escapaba la vida, aún tuvo
aliento para celebrar una conferencia con un parlamentario que le enviara el
general Olañeta.
A esta conferencia hizo
llamar al jefe de Estado Mayor, el coronel Jorge Enrique Vidt y delante de los
parlamentarios le ordenó: “que marchase inmediatamente con sus fuerzas a poner
sitio a la capital, haciéndole jurar sobre el pomo de le espada que continuaría
la campaña hasta que en el suelo de la Patria no hubiera ya argentinos o no
hubiera ya conquistadores” y dirigiéndose al emisario enemigo añadió:
“Señor oficial, diga a su jefe que agradezco
sus ofrecimientos sin aceptarlos; está usted despachado”.
Aquel día, 17 de junio, a
pesar de los solícitos cuidados de su médico Dr. Antonio Castellanos, moría el
bravo guerrero, en La Cruz, en el lugar llamado La Higuera (o
Higuerillas).
Al día siguiente era
sepultado en la capilla de El Chamical (hoy San Francisco), al mismo tiempo que
se levantaba el país en masa contra los invasores, cumplimentando la orden
postrera de su valeroso caudillo.
Los “Infernales” al mando de
Vidt cumplían aquella, poniendo sitio a la ciudad de Salta, con lo cual
quedaban rotas las hostilidades, no obstante las gestiones de Olañeta con el
Cabildo salteño para llegar a un armisticio.
El 26 de julio de 1821, el
general Olañeta, constantemente hostilizado por los patriotas, se retiraba al
Alto Perú, con lo que terminaba la última invasión realista al territorio
argentino.
El espíritu de Güemes había
sido el ángel tutelar de la Patria en peligro en aquellos días.
Una pincelada que
metaforiza los alcances de la guerra social encabezada por el caudillo está
contenida en el relato de Bernardo Frías:
una vez muerto el General Güemes, los
gauchos se arrojan sobre su cadáver para despojarlo de las vestiduras y
quedarse con “un jirón de aquellos trapos”.
Mientras esto ocurría en
Salta, la elite porteña festejaba su deceso y la prensa bonaerense fiel a
Rivadavia exclamaba:
“Murió el abominable Güemes
al huir de la sorpresa que le hicieron los enemigos.
Ya tenemos un cacique menos”.
Güemes había contraído
enlace el 9 de junio de 1815 con Margarita del Carmen Puch, hija única del
afincado español de notable fortuna, Domingo Puch y Alcaraz, nacido en Tupiza,
y Dorotea Velarde Cámara; la que murió apenada por el fallecimiento de su
esposo.
Por Ley del Congreso
Nacional Nº 6286, del 30 de setiembre, fue erigido en la ciudad de Salta un
hermoso monumento a la memoria del general Güemes, el cual fue inaugurado el 20
de febrero de 1931, por el Tte Grl José Félix Uriburu, Presidente Provisional
de la Nación.
Referencia
El 9
de septiembre de 1816, Belgrano noblemente se reconcilia con Güemes en una
carta donde le dice:
“Mi amigo y compañero querido…”
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