lunes, 30 de noviembre de 2009

LOS NIÑOS DEL VOLCAN LLULLAILLACO



Un importante hito en la Arqueología de Alta Montaña

"...concluido con la fiesta, llevaban las capacochas que cabía al Cuzco a la huaca de Huanacauri o a la casa del sol, y adormeciéndola, la bajaban a una cisterna sin agua, y abajo en un lado hecho depósito, la emparedaban viva, adormecida...


Las demás mandaba el Inga se llevasen a sus tierras y hiciesen lo mismo destas, privilegiando a sus padres y haciéndoles gobernadores y que hubiesen sacerdotes para que la ministrasen para la adoración que le hacían cada año, sirviendo esta capacocha de guarda y custodia de toda la Provincia."


(Hernández Príncipe, en Silverblatt, 1990)
Fueron sacrificados u ofrendados a 6.730 metros de altura, en la cumbre del legendario volcán Llullaillaco, sus tumbas, son las más altas que el hombre jamás haya construido en el planeta.
Estos niños-dioses que en su calidad de huacas o posibles mensajeros de los dioses, son los seres humanos que estuvieron más próximos a la refulgente divinidad de los Incas, el Sol.
Los "niños del Llullaillaco" causaron el asombro de todo el mundo, atónitas miradas contemplaron a través de las fotografías difundidas en el mes de abril de 1999 por la prensa, el rostro de ese niño sumergido en un sueño de cinco siglos.

Todavía a muchas personas les cuesta creer y se preguntan si las "momias" son de verdad.

En el esperado número de noviembre de la Revista National Geographic una de las estatuillas del ajuar funerario se ganó la tapa.

Finalmente se pudo ver con cierto detalle los cuerpos congelados y parte de los enseres que estuvieron soterrados durante siglos en la gélida morada, cerca del sol.

"Sembrar muertos para cosechar vivos" decían los Incas, pero ¿cuál será la verdadera interpretación de estos rituales religiosos donde se sacrificaban seres humanos?


Existen varias hipótesis que intentan explicarlos, pero el verdadero significado posibleente nunca lo sepamos.

¿Qué significa Llullaillaco?

Aparentemente se trata de un nombre compuesto por dos palabras.

Según el diccionario quechua de Gonzalez Holguin (1608), "Llulla" significa mentira, cosa engañosa, y aparente y vana o falsa.

Yaku o llaco quiere decir agua, o sea, la aguada del engaño..

Es sabido (para los andinos) que las montañas representan grandes reservorios de agua; es allí donde se producen las precipitaciones en forma de nieve, y es el lugar desde donde "milagrosamente" brotan las vertientes con el vital elemento.

Prácticamente no existen montañas que no posean surgientes de agua durante todo el año, menos aún si se trata de grandes macizos, como es el caso del majestuoso Llullaillaco.

Cuanto más alta es una montaña más importante suele ser su vertiente.

Ocurre que este volcán puneño carece de la vertiente que de él se espera.

Las recientes exploraciones realizadas en la expedición que produjo el hallazgo de las momias, indicaron que existe una "línea o cota de agua" ubicada entre los 5.500 m y 5.800 metros, donde se contabilizaron alrededor de ocho lagunas pequeñas que ofrecen el cristalino y vital líquido.

Desde el punto de vista material y ante la evidencia geográfica, esta interpretación del origen del nombre tiene bastante solidez, ya que sin duda se trata de una montaña que engaña y miente respecto al agua.

Existe otro tipo de interpretaciones respecto al topónimo Llullaillaco, que son más o menos creíbles o comprobables.

Del mismo diccionario de González Holguin se puede obtener otra posible interpretación.

Tenemos que Llullu se refiere a "una cosa tierna que nace o crece antes de endurecerse", según el investigador Johan Reinhard "Esto podría referirse a Llullaillaco como un volcán activo, donde la lava fluye como agua y luego se endurece" (Reinhard 1994).

El investigador Dick Edgar Ibarra Grasso propone como interpretación del topónimo el de "Montaña del Diablo", ya que este ser, es exclusivamente mentiroso.

Para él "yacu" (agua) no forma combinación normal con la raíz "Llullay" (infinitivo del verbo mentir), razón por la cual se debe buscar el significado en "llacu" y no en "yacu".

"Lla" es una partícula que significa que "se hace exclusivamente una cosa".

Llullaylla significaría entonces "exclusivamente mentiroso"; "cu", opina el investigador, "es partícula que significa el estado".

Por último, se puede considerar como posibilidad, lo mencionado por Felipe Guamán Poma de Ayala, en su obra "Nueva Crónica y Buen Gobierno", de fines del siglo XV y descubierta en 1908.

En la sección destinada a "Ritos y Ceremonias", Guamán Poma, habla de los "Hichezeros de Zueños" (p.253), los cuales eran llamados LLULLALAICA UMU; entre otras cosas dice "otros hichezeros hablan con los demonios y chupan y dizen que sacan enfermedades del cuerpo y que saca plata o piedra o palillos o guzanos o zapo o paxa o mays del cuerpo de los hombres y mugeres.

Estos dichos son falsos hichezeros; engaña a los yndios ydúlatras." (op.cit.).

Estos hechiceros de los sueños, brujos mentirosos, falsos o hechiceros del fuego, realizaban sus actividades en los adoratorios o lugares sagrados, tales como apachetas, montañas, vertientes u otros lugares del espacio geográfico consagrados socialmente para tal fin.

La investigadora María Cristina Bianchetti, en su libro "Cosmovisión natural de la locura" dice "El Llullallaica Umu basaba su inspiración en el fuego; y como sacerdote presidía las ceremonias dedicadas al sol, la luna y el lucero.

[...] ...trabajaba en las cuatro áreas del imperio y realizaba sus ofrendas a través del fuego, posibles luminarias encendidas en las montañas o en las pampas de la Janca,..." (p.33).

Si el Llullallaica Umu presidía las ceremonias dedicadas al sol, realizaba sus ofrendas en las montañas y apachetas, y encendía luminarias en los cerros, se puede pensar que el topónimo Llullaillaco, se refiere a esos hechiceros de los sueños, aparentemente tan importantes para los rituales precolombinos.

¿Las momias del Llullaillaco son únicas en la provincia de Salta?

Sobre este tema es necesario aclarar que Salta es la provincia argentina que posee la mayor cantidad de momias (mejor dicho cuerpos congelados) rescatadas de las altas cumbres, sumando un total de seis cuerpos sobre ocho existentes en el país.

El primer hallazgo de momias de altura se produjo en 1905, sobre la cima del nevado de Chañi a 5.900 metros de altura (límite entre Salta y Jujuy).

Ocurrió durante una expedición dirigida por el Teniente Coronel E. Pérez, que rescataran de la cumbre el cuerpo momificado de una criatura de unos cinco años de edad, envuelta en varias mantas de vivos colores y algunos objetos de madera y cerámica que formaban parte del ajuar funerario.

Esta momia fue donada en ese momento al Museo Etnográfico de Buenos Aires, en cuyo depósito permanece hasta la actualidad.

Entre 1920 y 1922, de las altas serranías cafayateñas, al sur de la provincia de Salta, se extrajo de una de las cumbres del cerro Chuscha (5.100 metros), el cuerpo momificado de una niña con un rico ajuar funerario.

Esta momia -llamada entonces la Momia de los Quilmes- por el profesor Amadeo Sirolli, tras haber estado varias décadas "desaparecida", reapareció en un museo privado de la localidad de Martínez en la provincia de Buenos Aires, donde es exhibida en la actualidad.

En 1974 a escasos metros de la cima del volcán Quehuar, sobre los 6.100 metros de altura y en el interior de una gran estructura, el Director del Centro de Investigaciones Arqueológicas de Alta Montaña de San Juan (CIADAM), Antonio Beorchia Nigris descubre el cuerpo momificado de un niño, el cual intenta recuperar del duro y congelado suelo sin tener éxito.

Años después saqueadores y buscadores de tesoros dinamitaron el sitio y destruyeron gran parte del cuerpo momificado.

En 1999, la expedición dirigida por el doctor Johan Reinhard de EEUU, el arqueólogo peruano José Antonio Chávez, y la arqueóloga argentina María Constanza Ceruti, quienes junto a un equipo de estudiantes de arqueología peruanos y argentinos rescataron parte del cuerpo que había sido profanado violentamente.

El mismo está siendo conservado en un freezer para futuras investigaciones.

Finalmente en 1999 el equipo del Dr. Johan Reinhard, co-dirigido por la Lic. María C. Ceruti, ubicó y rescató de la cima del volcán Llullaillaco, a 6.730 metros de altura, tres cuerpos de niños congelados con un hermoso y rico ajuar funerario que no había sido profanado.

El excelente estado de conservación de los mismos indica que estas son las más importantes en este sentido, los estudios que se realizarán arrojarán mucha y valiosa información sobre nuestros antepasados americanos.

¿Por qué y cómo fueron sacrificados los niños?

"...decía la muchacha acaben ya conmigo que para fiiestas (sic) bastan las que en el Cuzco me hicieron; lleváronla a un alto cerro, remate de las tierras del Inga, y hecho el depósito la bajaron a él y emparedaron viva". (Hernández Príncipe, 1601).

La precedente cita de Hernández Príncipe, un sacerdote extirpador de idolatrías de la época de la colonia, es bastante ilustrativa y está referida a la historia de Tanta Carhua, una joven aclla (elegida, virgen del Sol, mujeres especialmente preparadas para casarse con el Inca o cumplir otros roles sociales jerárquicos del sistema político imperial, incluido el de ser ofrendadas en honor al Sol-Inca) que fue sacrificada (enterrada viva) en lo alto de una montaña con motivo de la fiesta de la Capacoha o fiesta de los sacrificados, la cual se celebraba en el Cuzco durante la conmemoración estatal incaica en honor al sol, o sea el Inti Raymi.

No sabemos si los niños del Llullaillaco fueron sacrificados en este contexto, pero los relatos nos acercan bastante a una posible analogía o interpretación.

Se sabe a través de la Historia Comparada de las Religiones, que las personas sacrificadas eran seres "elegidos" como ofrendas para el mundo de los dioses, o bien como mensajeros para el "Más Allá", de allí que estén munidos de alimentos calzados y prendas para el "viaje celestial" (Schobinger, 1998).

Veamos entonces cómo era la ceremonia de la capacocha o capac-hucha.

Las acclla-capacochas viajaban centenares de kilómetros con destino al Cuzco y representaban a cada una de los cuatro suyus o "provincias" que conformaban el Tahuantinsuyu.

Transitaban por los sólidos caminos construidos por el vasto imperio, acompañadas de las huacas (ídolos o dioses adorados) más importantes de su tierra natal, integraban además la cohorte los curacas y representantes más notables (políticos y religiosos) de las provincias conquistadas.

Una vez en el Cuzco, las acllas adoraban al Sol, al Rayo y las momias de la dinastía real que eran los principales dioses.

Algunas acllas eran sacrificadas allí en honor al Sol, el resto, una vez concluidos los rituales políticos-religiosos, emprendían la retirada rumbo a su lugar de origen, donde finalmente, y en el marco de una gran celebración regional, sus vidas eran cedidas al astro rey.

Tanta Carhua, vestida como una reina ascendió junto a su séquito hasta lo alto de la montaña, allí la esperaba su última morada.

Fue adormecida con una bebida especial para la ocasión -tal vez con alcohol de chicha con otra sustancia- y depositada en su gélido mausoleo de roca junto a un suntuoso ajuar.

Una vez sellado el sepulcro y realizados todos los rituales a la usanza cuzqueña, los participantes de esta trascendental ceremonia descendían hasta sus respectivos lugares de origen.

Caque Poma, el padre de Tanta Carhua, por haber concedido su única y pequeña hija al Sol fue agraciado por el Inga, y por ello ascendido a una mayor jerarquía, papel que era extensivo para su gente y descendientes futuros.

Por su parte, Tanta Carhua, en su elevado y gélido santuario se deificó, transformándose en una huaca digna de veneración y sublime respeto, que protegía y custodiaba a toda la provincia y su vulgo.

Desde ese momento la montaña ya no fue la misma de antes, se sacralizó, quedó impregnada de un gran significado religioso, social y político, sus fuerzas se magnificaron y los beneficios redundaron en toda la población que la tenía como huaca.

¿Por qué en la cumbre de una montaña?

Las montañas fueron y son veneradas por muchas culturas en el mundo entero.

Breve y vulgarmente podemos decir que se está más cerca del cielo, donde por lo general es la morada de los dioses.

Pero profundicemos un poco sobre este tema, nuevamente teniendo en cuenta la Historia Comparada de las Religiones.

Los hombres, independientemente del lugar geográfico, organizan su espacio, lo consagran, lo cargan de significado.

Elementos naturales, acorde a las necesidades del momento, cobran mayor o menor relevancia, se crea una distinción entre lugares comunes, "profanos", diarios; y lugares "sagrados", únicos, mágicos, de uso ocasional-especial.

Entonces apreciamos que un objeto sufre una transformación sin dejar de ser él mismo ya que continúa interactuando en la naturaleza (Elíade, 1994).

Una montaña -como el ejemplo de Tanta Carhua o el mismo Llullaillaco- se sacraliza y sigue siendo una montaña, nada aparentemente la diferencia de las demás.

Pero, para quienes la sacralizaron, su realidad de montaña se transmuta en realidad sobrenatural, dejando de ser lo que era y cobrando un simbolismo particular.

Ya no está en el caos del universo, está marcando un punto fijo, un lugar en el espacio.

Esta creación social del espacio es una constante en las diferentes culturas, quienes crean y recrean el "Centro del Mundo", traspolando y reproduciendo este modelo o imagen de mundo ideal en diferentes escalas y lugares.

En esta organización o recreación del centro del mundo existen elementos que vinculan lo celestial con lo terrenal, "lo sagrado con lo profano" (Elíade, op. cit.).

Uno de estos elementos es justamente la montaña, tratándose de un fenómeno mas generalizado de lo que se suele pensar, ya que casi todas las regiones montañosas del mundo, poseen picos sagrados que son venerados a través del tiempo.

La idea generalizada parece ser que, señalan el punto mas alto del mundo (el mundo de cada cultura, el centro del mundo); en ese punto elevado se está mas cerca de los elementos adorados (sol, luna, rayos, arco iris, nubes, etc..); desde allí se tiene otra visión y perspectiva, impensada para la gente del llano.

Ascender, significa trasladarse a otro nivel, estar en otro plano (no solo geográfico, sino también simbólico), penetrar en una especie de "región pura" o "sagrada" que trasciende al mundo profano.

Estos lugares se transforman en "santuarios" o "puertas de los cielos", lugares de tránsito entre el cielo y la tierra, donde el espacio y el tiempo se sacralizan.

En su calidad de posibles mensajeros de los dioses, estos niños sacrificados en una de las cumbres más elevadas de los Andes, se encuentran en el punto ideal de partida para el encuentro con los dioses.

El culto a las montañas fue denominado "El fundamento principal de la cultura andina", al proporcionar una unidad cultural subyacente a los pueblos andinos (Bastien 1978).

Su antigüedad es obvia, ya que los rasgos básicos del culto a las montañas se han encontrado a través de todos los Andes, fue señalado en las fuentes históricas más tempranas y en las leyendas, está basado en sólidas observaciones ecológicas y se ha mantenido hasta el día de hoy con muy pocos cambios a pesar del proselitismo Cristiano.

Los descubrimientos relacionados con el culto a las montañas han probado ser aplicables también a antiguos centros ceremoniales ubicados en el llano" (Reinhard 1983).

¿De dónde vinieron los niños?

Todos los objetos que formaban parte del ajuar funerario pertenecen a la nobleza Inca, esto hace pensar que la procedencia de los niños haya sido la capital del Imperio incaico en el Perú.

Cabe la posibilidad que se hayan trasladado desde su lugar de origen hacia el Cuzco para la celebración de la Capacocha y regresado para ser sacrificados en la cima del volcán, no obstante, aparentemente no existen prendas ni objetos de culturas locales que apoyen esta suposición.

Por ejemplo, en la publicación de la National Geographic se puede apreciar un textil de brillantes colores, combinando el rojo, azul, verde y amarillo, en diferentes formas y figuras geométricas típicamente incaicas y que el autor del artículo se refiriera a tales motivos como la "clave Inca", donde hay información registrada.

Este unku (especie de camisa sin mangas) que se encontraba sobre el hombro de la niña mayor parece provenir, o por lo menos tener relación con los grupos de la costa peruana, ya que un textil idéntico (unku) fue hallado en la costa central del Perú y fechado entre 1500-1534 d.c., el que seguramente perteneció a algún alto dignatario del Inca.

Posiblemente ese sea el lugar de origen de uno de los niños.

Todavía no se realizaron estudios ni análisis comparativos de los textiles, estatuillas, keros (vasos de madera grabada), plumas, platos pato y otros elementos del ajuar funerario, con relación a otros ajuares de montaña o piezas que se encuentran en museos.

Los estudios de ADN que se realizaron indican que entre los niños no hay relación de parentesco, representando esto un dato importante y punto de partida para el planteamiento de hipótesis de trabajo.

¿Qué es una momia?

Este último tiempo se habló suficiente de las momias, pero ¿qué es una momia?, el conocido Dr. Juan Schobinger quien más trabajó sobre este tema en el país nos dice: "Según la escueta definición del diccionario, se trata de "un cadáver que se deseca sin entrar en putrefacción".

En un diccionario inglés se precisa un poco más (refiriéndose a la palabra "mummy"), al decir que se trata de "un cuerpo animal o humano desecado por exposición al sol o al aire; también aplicado a un cadáver congelado, conservado en hielo prehistórico".

El proceso de momificación puede darse, pues, tanto en forma natural como artificial; el segundo caso corresponde a pueblos prehistóricos como los recolectores y pescadores de la costa norte de Chile, entre unos 5.000 y 2.000 a. C., así como históricos, siendo el caso más conocido de éstos el de los antiguos egipcios.

Esto respondía a creencias religiosas.

Se sabe que los Incas practicaban la momificación de sus soberanos.

Sentado en cuclillas sobre palanquines, eran llevados en procesión una vez al año por la ciudad de Cuzco.

En el caso de las momias de altura -como la del Aconcagua- (y las del Llullaillaco), los factores que llevaron a su conservación han sido el frío y la sequedad del aire.

Si bien se trata de momias naturales, no hay dudas de quienes practicaban estas ceremonias conocían perfectamente este proceso, y su ubicación en alturas de más de 5.000 metros respondía al deseo de conservación de este cuerpo, convertido -por la acción ritual del sacrificio humano- en huaca, es decir, en objeto y lugar sagrados." (Schobinger. 1995).

¿Cómo es el proceso de momificación?

Para que un cuerpo se momifique en forma natural es necesario que se evapore (rápidamente) el agua contenida en sus tejidos, hecho que permite que los órganos conserven su forma original.

Al estar privados de agua, los gérmenes responsables de los procesos de putrefacción se ven prácticamente imposibilitados de actuar, razón por la cual estos cuerpos momificados se mantienen casi idénticos durante mucho tiempo, siempre y cuando se conserven las condiciones citadas.

El mayor o menor grado de conservación de los cuerpos responde a una serie de características intrínsecas y extrínsecas, por lo que no existe una regla única o un patrón que se cumpla exactamente en todos los casos.

Para graficar lo antedicho, cada montaña o lugar donde se produjo el proceso de momificación natural tiene características únicas e irrepetibles, dependiendo de la humedad, temperatura, cantidad y tipo de precipitaciones, vientos, altura sobre el nivel del mar, salinidad, condiciones químicas del terreno, y muchas otras más, sin tener en cuenta las intrínsecas que son más complejas aún.

Los doctores Leopoldo López Gómez y Juan Gisbert Calabuig, en su "Tratado de Medicina Legal" (1967) abordan con sumo detalle los aspectos técnicos del proceso de momificación natural en los cuerpos humanos, datos precisos que arrojan luz y clarifican el panorama a los neófitos que poco conocemos del tema.

Los profesionales dicen al respecto: "La momificación natural comienza en las partes expuestas del cuerpo, tales como la cara, manos y pies, extendiéndose luego, sucesivamente al resto del cadáver, incluso los órganos internos.

Conforme van afectándose las partes, se observa cómo se encogen y asumen una coloración parda, que muestra todas las transiciones desde el pardo claro hasta el negro, lo que depende de que los tejidos estén anémicos o congestionados.

Por la contracción de la piel, algunas de las células adiposas del tejido subcutáneo estallan y la grasa líquida es forzada en el tejido dérmico, que se hace más o menos traslúcido.

El globo ocular pierde su turgencia y, por tanto, su forma redondeada, haciéndose fláccido. Los órganos internos se hacen duros, se encogen de tamaño y toman igualmente una coloración pardo-oscura a negra". (...)

"El cuerpo entero disminuye de volumen, pierde peso y se hace tieso y quebradizo; si el cadáver momificado no está protegido puede quedar preservado durante muchos años.

La totalidad del proceso de momificación tiene lugar en un período de uno a doce meses, lo que depende de las condiciones ambientales y del volumen corporal; el período más corto descripto hasta el momento para un adulto ha sido de diecisiete días.".

En América precolombina -en lo que a procesos de momificación se refiere- existió una difundida tradición, con raíces temporales muy profundas.

Pensemos solamente en las momias Chinchorro del árido norte chileno, las cuales son por lejos (2.000 años aprox.) más antiguas que las egipcias y con técnicas de momificación artificial nada envidiables.

Se sabe que los Incas le rendían culto a sus difuntos, quienes eran momificados artificialmente y cuidados como si estuviesen vivos en las Panacas.

Obviamente que conocían a la perfección las diferentes técnicas aplicables para la conservación de los cuerpos. Pensar que el buen estado de conservación de las momias halladas en las altas cumbres andinas es fruto de la casualidad, es ignorar toda una tradición muy antigua y difundida de los pueblos andinos.

Hallazgos de momias en los Andes. Pasado, presente y futuro

Los descubrimientos de cuerpos congelados y santuarios de altura en las altas cumbres andinas se vienen produciendo desde hace un siglo, pero recién en los últimos cinco años, éstos, dejaron de ser "hallazgos" casuales de arrieros o montañistas, para convertirse en hallazgos causales producidos por profesionales arqueólogos a través de excavaciones sistemáticas y fuertes financiaciones.

El siguiente listado reproduce la cronología de los descubrimientos de cuerpos congelados en la cordillera de los Andes:


AÑO MONTAÑA UBICACIÓN OBSERVACIONES

1896 y 1898 Chachani Sur de Perú Saqueado y perdido

1905 Chañi Salta-Jujuy / Argentina

1922 Chuscha Salta / Argentina

1954 El Plomo Chile Central

1963/1965 Pichu Pichu sur de Perú

1964 El Toro San Juan/Argentina Dr. Juan Schobinger

1965 Coropuna (sur de Perú) Dinamitad

1974 Quehuar (Salta/Argentina) Dinamitado/Extraído en 1999

1977 Esmeralda (Norte de Chile) 2 cuerpos

1985 Aconcagua (Mendoza) Dr. Juan Schobinger

1995 Ampato (sur de Perú) 4 cuerpos Reinhard-Chavez

1996 Sara Sara suroeste de Perú) (Reinhard-Chavez

1998 Misti (sur de Perú 6 cuerpos Reinhard-Chavez

1999 Llullaillaco (Salta/Argentina) 3 cuerpos Reinhard-Ceruti

Los datos precedentes nos indican que durante un siglo se produjeron hallazgos de cuerpos congelados en 14 montañas, 6 argentinas, 2 chilenas y 6 montañas peruanas, de las que se extrajeron un total de 25 cuerpos.

De los catorce hallazgos solo seis fueron excavaciones dirigidas por profesionales.

De los 25 cuerpos, 15 se extrajeron en los últimos 5 años.

Desde 1896 hasta 1985, se extrajeron 9 cuerpos en toda la cordillera, entre 1995 y 1999, la cantidad de cuerpos extraídos ascendió a 15.

En Perú, en el lapso de 4 años se extrajeron 11 cuerpos.

Todas estas expediciones fueron financiadas por la National Geographic, una revista de divulgación con una tirada de millones de ejemplares, distribuidos por todo el mundo en varios idiomas, sin contar las páginas web de Internet, al cual tienen acceso mayor cantidad de personas.

Indudablemente el casual encuentro del cuerpo de "Juanita" en el nevado de Ampato y las posteriores excavaciones en esa montaña del sur de Perú, marcan un hito trascendental en la historia de la arqueología de alta montaña.

Tan trascendental e importante como peligroso, en lo que a protección del patrimonio se refiere.

La desmedida difusión periodística que tiene este tipo expediciones y hallazgos, pone en peligro el legado patrimonial que durante siglos permaneció en las altas cumbres andinas.

Nadie duda de la importancia científica del hallazgo, ni de la cantidad de información que aportan y aportarán las excavaciones sistemáticas en los santuarios de altura, tampoco sobre la labor de los profesionales responsables de tales trabajos; pero para aquellos que se preocupan y trabajan por la conservación y preservación del patrimonio arqueológico (me incluyo), el panorama resulta ser no muy prometedor.

Hasta 1985, como se dijo anteriormente, los hallazgos fueron fortuitos y las intervenciones de los arqueólogos (1964 y 1985: Dr. Schobinger) se realizaron siguiendo las técnicas de la llamada Arqueología de Rescate, donde de manera expeditiva se extraen los objetos arqueológicos de su contexto, registrando con el mayor grado de detalle posible la información de la excavación.

Luego del descubrimiento de "Juanita", se habla de una "Arqueología de Rescate Preventivo" (Ceruti, 1999), donde se intenta rescatar los objetos arqueológicos en su contexto original, antes que saqueadores los destruyan.

La actividad de los saqueadores o huaqueros no tiene descanso ni mayores impedimentos, pero en el caso concreto de la provincia de Salta en el noroeste argentino, la profanación de santuarios de altura (de acuerdo a investigaciones personales) está circunscripta en el tiempo y el espacio, habiéndose detenido hace aproximadamente una década.

Al decir que se "detuvo" se está haciendo referencia a sitios que fueron dinamitados o excavados (entre las décadas de 1970 y 1980) como el caso del Volcán Quehuar, el nevado de Acay, el cerro Saladillo, el cerro Macón, el volcán Socompa y el nevado de Castillo, entre los más alterados y conocidos.
Si realizar una excavación de "Rescate Preventivo" ocasiona tal revuelo en la sociedad, y el patrimonio se transforma en un botín de intereses políticos y económicos de diferentes sectores y despierta la codicia popular que hipoteca el legado nuestros antepasados, uno debe preguntarse

¿no es peor el remedio que la enfermedad?.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

LOS INCAS: COMUNICACION Y CONTROL TERRITORIAL

EN LA QUEBRADA DEL TORO

"Conocedores profundos de la orografía del país, y de los puntos visibles para la conexión visual de quebrada a quebrada y de valle a valle, las hogueras encendidas en el Cuzco iban transmitiendo la noticia sobre las cumbres andinas hasta llegar a los extremos límites del territorio." (Emilio Romero, 1949).

A medida que avanzan las investigaciones científicas en torno a la cultura incaica en particular y preincaicas en general van evidenciando diferentes aspectos que sorprenden y maravillan a investigadores y público en general.

La cita del Dr Romero es bastante frecuente en las crónicas legadas por los conquistadores ibéricos, no obstante, pocas veces la información histórica puede ser corroborada con evidencias arqueológicas.

Hace varios años que un grupo de investigadores salteños venimos trabajando sobre el período Tardío e Inca y los resultados que estamos obteniendo enriquecen notablemente el relativamente escaso conocimiento que se tiene sobre los habitantes prehispánicos americanos.

Uno de esos descubrimientos y motivo del presente artículo trata sobre ciertas estructuras ubicadas sobre lomadas en torno al camino imperial que posiblemente sirvieron, como dice el Dr Romero, para transmitir una noticia, o bien, para controlar el movimiento de las personas que estaban bajo el dominio inca.

Sobre las serranías ubicadas al oriente de la Quebrada del Toro, en el Departamento de Rosario de Lerma, Salta, se encuentra un importante tramo de camino incaico que fue dado a conocer al mundo científico por el arqueólogo sueco Eric Boman a principios del siglo XX.

A lo largo de 70 Km hemos descubierto lo que suponemos una secuencia completa de sitios asociados al camino del Inca, que posee una continuidad prácticamente ininterrumpida y escaso deterioro de origen antrópico.

En el recorrido, sobre la margen izquierda de la Quebrada del Toro, registramos un total de veinticinco nuevos sitios arqueológicos, asimismo estructuras con relación directa e indirecta al camino, sobre las cuales no encontramos información en la bibliografía revisada, lo que motivó que generáramos hipótesis sobre su posible funcionalidad.

Puestos de observación en el camino del Inca

El camino del inca transcurre en sentido Norte-Sur por las faldas de las serranías de Chañi sorteando numerosas quebradas y cárcavas por un terreno ondulado y semidesértico, poblado de cardones.

Sobre las lomadas ubicadas hacia ambos lados del camino y en forma alternada detectados unas pequeñas estructuras arqueológicas, de forma circular y asociadas a mojones de roca de variadas dimensiones.

Entre las cumbres de cada lomada hay una distancia promedio de 150 metros, pudiendo establecer un contacto visual optimo.

De haber estudiado estos sitios en forma aislada, no se hubiese podido aportar mayor información ya que deben ser entendidos en su totalidad contextual y dinámica.

Si bien no existe información sobre esta clase de sitios o similares en la bibliografía consultada, y sabemos que no es conveniente en arqueología adscribir o nominar un artefacto o sitio, en primera instancia por su función, consideramos esta posibilidad (interpretarlos como puestos de observación-comunicación) dada las características de los mismos y apoyados en fuentes históricas y una serie de actividades de experimentación.

Experimentaciones arqueológicas

Proponemos como hipótesis, la posibilidad que estos sitios pequeños hayan cumplido la función de puestos de observación o de comunicación visual, apoyándonos en una serie de experiencias realizadas en el terreno en el transcurso de diferentes campañas y tramos del camino incaico.

La experimentación consistió en que dos o más personas se ubicasen simultáneamente en diferentes sitios, tratando de establecer algún tipo de comunicación entre ellos.

Inicialmente se realizaron emisiones de diferentes tipos de sonidos, como gritos, silbidos, golpes con rocas, incluyendo el empleo de una trompeta que intentó reproducir el sonido del pututu que utilizaban los chasquis.

Los resultados obtenidos nos sugieren que este sistema pudo utilizarse sólo en condiciones atmosféricas especiales, debido a factores condicionantes como presencia y dirección del viento.

Por otra parte realizamos experiencias de carácter visual.

En primer lugar hicimos señas mediante movimientos de brazos, resultando positivo sólo en los sitios próximos entre sí, ya que a una distancia superior a 200 metros aproximadamente, los brazos se hacen prácticamente imperceptibles.

Asimismo se estableció contacto visual con espejos.

Finalmente, haciendo flamear prendas de vestir a modo de bandera.

En estos dos últimos casos las pruebas fueron positivas.

Esto podría vincularse con la posibilidad de codificar o significar las señales visuales, pudiendo de esta manera establecer una comunicación breve, rápida y efectiva.

Las pruebas con utilización de espejos, si bien son positivas están limitadas por el horario y la nubosidad.

Experimentación arqueológica: Espectro visible de los puestos de observación, experimentación de comunicación visual entre sitios (escala humana exagerada).


Los sitios identificados como de "comunicación visual o puestos de observación", tienen una continuidad en el contexto arqueológico que cubre todo el tramo estudiado (Morohuasi-Incahuasi) y su potencial de comunicación visual se refuerza debido a la presencia de todos los otros sitios estudiados.

Esto sugiere que un mensaje visual pudo recorrer las decenas de kilómetros que abarca el tramo estudiado en cuestión de minutos.

Esta propuesta de la comunicación visual da apertura a un nuevo campo en la interpretación de determinados sitios pequeños y aparentemente aislados, tan frecuentes en la región montañosa del Noroeste argentino, los cuales son interpretados por algunos investigadores como "lugares sacralizados prehispánicos" o de culto, para la "utilización ritual de montañas andinas de mediana altura".

Estos puestos de observación, desde los cuales pudo ser posible establecer una comunicación visual, es factible que cumplieran también el rol de puntos estratégicos para la vigilancia y el control.

Nuestra hipótesis de la comunicación visual, se refuerza con un valioso aporte de Emilio Romero, quien expresa que los Incas eran "Conocedores profundos de la orografía del país, y de los puntos visibles para la conexión visual de quebrada a quebrada y de valle a valle, las hogueras encendidas en el Cuzco iban transmitiendo la noticia sobre las cumbres andinas hasta llegar a los extremos límites del territorio." (Romero, 1949).

En los sitios propuestos como "puestos de observación", ubicados a escasa distancia entre ellos, no debe haber sido necesario encender fuego para comunicarse, salvo de noche, ya que las personas se pueden divisar de puesto a puesto.

Lo interesante es que la documentación histórica demuestra la existencia de un sistema de comunicación visual a través del fuego, que posiblemente se haya empleado para ocasionales comunicaciones nocturnas.

Señales luminosas se pueden concretar durante el día mediante el uso de superficies espejadas, ahorrando tiempo y combustible en una zona donde la madera es muy escasa y la heliofanía elevada.

¿Los Incas despoblaron Santa Rosa de Tastil?

La cantidad de sitios con rasgos y estructuras interpretados como puestos de observación o comunicación visual, ubicados a lo largo de casi 70 kilómetros de un tramo de camino incaico en la Quebrada del Toro, sugieren que se trató de un sector muy controlado por el Estado que dominaba casi todo el mundo andino.

Pese a las características semidesérticas del lugar, es evidente que la situación fue diferente hace algunos siglos, revistiendo cierta importancia productiva y vinculándose directamente con sitios arqueológicos de los períodos Tardío e Inca, posiblemente con alta densidad poblacional o importancia administrativa, como Ojo de Agua, Morohuasi, Santa Rosa de Tastil, Incahuasi, Potrero de Castilla y Chivilme entre otros.

Consideramos que la presente investigación abre un nuevo panorama para la resignificación e integración de los datos e investigaciones a escala regional, con relación a los sitios nombrados, proponiendo, a modo de hipótesis (a desarrollar en futuros trabajos), que los Incas al dominar la región de la Quebrada del Toro sometieron a las diferentes poblaciones, ubicadas sobre la cota de los 3.000 metros de altura s.n.m., obligándolas a entrar en el sistema tributario estatal y, por lo tanto, a realizar diferentes tareas relacionadas con las actividades económicas, militares y administrativas, entre las que podemos destacar la construcción y mantenimiento de caminos, tambos y estructuras específicas ordenadas por el Estado, asimismo actividades productivas relacionadas con los recursos mineros y agrícolas de la zona.

Uno de estos poblados que posiblemente se vio afectado por la presencia Inca sería Santa Rosa de Tastil, hasta convertirse en un despoblado.

Pensamos que en el tramo estudiado y la región en general pudo existir una estrategia del control territorial, y que la misma consistió en una ocupación y gobierno directos del poder imperial sobre los territorios de las unidades dominadas.

Esto tenía como consecuencia que el Estado asumía la responsabilidad del mantenimiento de la seguridad del territorio imperial y su gente.

Al ejercer el poder de manera directa, las estrategias de extracción y de control del territorio adquieren mayor importancia e implica mayores gastos para el estado.(D'Altroy, 1987).

Esto permite una mejor comprensión de la región.

La misma está vertebrada por el camino del inca, con sitios jalonados cada 1 o 2 kilómetros, asociados con puestos de observación o comunicación visual ubicados en lomadas paralelas al camino, desde donde se tiene un amplio dominio visual y se articula con caminos laterales que se dirigen hacia las minas, campos de cultivo y corrales. Constituye, por ello, un espacio directamente controlado por las autoridades estatales incaicas, que requirió del trabajo de las poblaciones locales, entre ellas, probablemente Tastil.
El Gobernador de los caminos reales.

Grabado de Felipe Guamán Poma de Ayala, nativo bilingüe (1540-1620), cronista de la época colonial.


domingo, 22 de noviembre de 2009

EL MATRIMONIO EN TIEMPO DE LOS INKAS

Mama Guaco Coya, marca el comienzo de las reinas coyas esposas de los inkas, dicen que ella era hija del sol y la luna, con la autorización de su padre Inti se casó con su primer hijo Mango Capac Ynga. Grabado de Felipe Guamán Poma de Ayala (1615), cronista de la época colonial.

El matrimonio es una institución que ordena la reproducción en la sociedad a través de uniones legítimas y relativamente estables entre dos o más personas, concertando alianzas y relaciones de parentesco en el seno del grupo.
Uno de los elementos importantes dentro de la institución del matrimonio lo constituyen las reglas que rigen sobre la selección de los cónyuges, ya que ninguna sociedad permite una elección totalmente libre.

La llegada de los Inkas a los nuevos territorios anexados al Tawantinsuyu implicó una serie de modificaciones en las costumbres y tradiciones locales, no tanto en su contenido como en su forma, pues el nuevo orden geopolítico ejercía el control total sobre la población.
En este sentido podemos decir que para los Inkas, el matrimonio era una cuestión de estado, un acto administrativo y no necesariamente religioso.
El principal interés por el casamiento radicaba en el hecho que la pareja recién formada recibía del estado su parcela de tierra, granos y todos los elementos necesarios para empezar a producir y tributar.
Por otra parte, el incremento de personas fue estratégicamente importante para un estado en franca expansión como el de los Inkas.

El casamiento era el estado normal del hombre adulto incluyendo a los sacerdotes.
Los únicos que no se casaban eran los ascetas o ermitaños y los prostitutos de los templos (Morúa, 1946).

Los Inkas tenían una esposa principal o legítima y variable número de concubinas, dependiendo la cantidad de éstas últimas del status social, jerarquía política y económica del esposo, pero todo controlado por el estado.
Los casamientos se realizaban en ceremonias públicas y con cierta solemnidad.

El novio recibía a la novia de manos del monarca inkaico o algún representante suyo, solo así convertía a su esposa en legal.
El estado establecía fechas específicas cada 1 o 2 años.
Acudían todos a la plaza principal de cada capital de provincia -recordemos que Chicoana fue una de ellas- donde formaban filas separadas acorde al sexo, rango y parentesco, con el objeto de ser emparejados y casados por el Inka.

Las edades fijadas para el casamiento oscilaban entre los 15 y 20 años para los hombres y un poco menos para las mujeres.
El matrimonio se asociaba a la mayoría de edad y a la obligación de tributar.

Las mujeres de los monarcas o kurakas salían de las akllahuasis (casa de las escogidas) y se procuraban los casamientos entre parientes.
Las Akllas o escogidas para ser distribuidas por los magistrados inkas como esposas o concubinas tenían entre 13 y 15 años de edad.
Las demás mujeres que quedaban sin casarse las llamaban Guasipas, las quedaban a cargo de los kurakas quienes las hacían trabajar y disponían de su casamiento sin que el inka entendiese en el tema, salvo el caso que quisiese para sí o algún dirigente jerarquizado alguna de ellas.
El resto las casaba con los hatun runas o tributarios quienes debían hacer un presente al padre de la novia y al kuraka. (Santillán, 1950).
Los miembros comunes del estado no recibían las esposas de los akllahuasis.

Todas las mujeres que no tenían marido permanecían como “depósito” o “reserva” hasta que el inka decidía a quien las entregaba.
La jerarquía de los inkas era directamente proporcional a la cantidad de mujeres que poseía, esto era un símbolo de poder.
Cada mujer que poseían iban acompañadas de las tierras necesarias para mantener la familia y tributar.

Una modalidad curiosa de matrimonio lo constituían los casamientos infantiles efectuados entre los hijos de los kurakas, cuyas edades oscilaban entre los 5 y 9 años.
Se realizaban todas las ceremonias como si fueran adultos, pero los esposos seguían viviendo con sus padres hasta la menarca de la mujer (primera menstruación) y los ritos de pubertad del hombre, hecho que les permitía consumar el matrimonio y empezar a convivir formalmente y tributar para el estado.

Otra variante de casamiento regido por el estado era el que se efectuaba entre impedidos, así se casaban entre ciegos, cojos, malformados, etc.
El Inka les daba casa, tierras, pastos y, en las ciudades formaban barrios con ellos.
Los trabajos que se les asignaba eran acordes con sus capacidades y limitaciones, pero no estaban eximidos del tributo.
Existía un refrán inkaico que decía “cásate con tu igual” (Varela, 1945).
Finalmente debemos mencionar una costumbre que perdura hasta nuestros días en el noroeste argentino y se trata de matrimonio o casamiento de prueba (servinacuy), donde la pareja convivía durante un tiempo y si había un buen entendimiento entre ambos podían casarse legalmente, caso contrario se separaban.
Fruto de esta convivencia podían nacer hijos, sin embargo este hecho no fue ni es condenable por la sociedad.

La virginidad no fue apreciada nunca, y en tal sentido el cronista Bernabé Cobo nos comenta que “la virginidad era vista como una tara para la mujer, pues el indio consideraba que solamente quedaban vírgenes las que no habían sabido hacerse amar por nadie”.
Otros cronistas citan ejemplos pintorescos al respecto, tal es el caso de un indio que se opone al matrimonio de su hermana con un pretendiente honorable, argumentando que los jóvenes no han tenido relaciones sexuales (Baudin, 1955).
Por otra parte un marido, peleándose con su mujer, le reprochaba no haber tenido amantes antes del matrimonio (Arriaga, 1928).

sábado, 21 de noviembre de 2009

LA ASTRONOMIA EN EL TIEMPO DE LOS INKAS

“...y aunque el mes es conocido, no lo es precisamente el día, y para conocer cuando ha de ser, se asienta el Yañac [yanca o astrólogo] en cierta parte y aguarda al salir del sol, y mira si comienza a asomar por cierta parte de un cerro que ya tienen marcado y en legando el sol a la señal da aviso a los oficiales.” (Carta Annua, 1609).

Astrólogo Inka o yanca, funcionario estatal especializado en la observación del cielo y el manejo del calendario incaico.
Grabado de Felipe Guamán Poma de Ayala, nativo bilingüe (1540-1620), cronista de la época colonial.

“Astrólogo pveta qve save del ruedo del sol y de la luna y de estrellas y cometas ora, domingo y mes y año y de los quatro uientos del mundo para sembrar la comida desde antigua.” (Guamán Poma. 1615:883).

Los Inkas, como tantas sociedades contemporáneas y precedentes a ellos, desarrollaron una compleja cultura en la cual se relacionaban los elementos de la naturaleza, tanto terrestres como celestes.
Objetos naturales y artificiales que fueron cargados de significaciones religiosas, sociales y políticas, que rigieron y organizaron la vida social en los tiempos precolombinos.

El hecho de observar el cielo y regirse por la regularidad de los astros para las actividades agrícolas no es exclusivo de los Inkas.
De hecho, la cosmología incaica se desarrolló sobre la base de los conocimientos andinos preexistentes, los que conformaron un complejo sistema donde se relacionaban varias huacas (santuarios) tales como montañas, cuevas, manantiales, lagunas, muchaderos (rocas o lugares destinados al culto), apachetas y otros elementos en el/del paisaje, con las “ánimas” o espíritus.
Desde tiempos ancestrales el sol junto a la luna fueron utilizados con fines astronómicos, conformando un calendario estrechamente vinculado a las actividades agrícolas.
Los Inkas potenciaron e institucionalizaron estos conocimientos astronómicos, convirtiéndolos en una fuente de poder y dominación.

viernes, 20 de noviembre de 2009

POR LOS CAMINOS DEL INKA

A lo largo de la cordillera andina, desde Ecuador hasta la distante Mendoza, atravesando los más agrestes y variados paisajes, salvando vados abismales, cruzando pantanos, lagos, desiertos, altas cumbres y tupidas selvas, se dibuja sobre el paisaje una red de caminos de por lo menos 23.000 kilómetros de extensión.
Cuando los conquistadores ingresaron a las indómitas tierras andinas no pudieron evitar su admiración por la vialidad imperial de los Incas.

El cronista Cieza de León tras ingresar al Tahuantinsuyu comentó:
"De Ipiales (Colombia) se camina hasta una provincia pequeña que ha por nombre Guaca y antes de llegar a ella se ve el camino de los Ingas tan famoso en estas partes como el que Aníbal hizo por los Alpes...

Creo que si el emperador quisiere construir un camino real que se parezca al que va del Cuzco a Quito o que parte del Cuzco para ir a Chile, pese a todo su poder, no ha de lograrlo".
A fines del siglo pasado el incansable geógrafo explorador Alexander Humboldt se refirió a los caminos del Inca diciendo:
"...tuvimos dificultad en el Altiplano de Pullall para conducir nuestras mulas cargadas a través del terreno pantanoso, mientras a nuestro lado divisamos extenderse los restos grandiosos del camino incaico con 20 pies de ancho.
Cimentado estaba profundamente y empedrado con bloques labrados de pórfido negro.
Cuanto he visto de calzadas romanas en Italia, en Francia meridional y España no era más imponente que estas obras de los antiguos peruanos. Hállanse según mis observaciones barométricas, a 4.000 m. de altura sobre el mar."

El Qhapaq ñan o Inka ñan (camino del Inca) era en realidad mucho mas que una simple vialidad que unía las diferentes geografías y ecosistemas del Tahuantinsuyu, representaba la presencia simbólica del poder y autoridad del Estado Inca, cuyo uso era exclusivo de sus miembros, existiendo un riguroso control mediante puestos de observación y vigilancia distribuidos de manera equidistante y conectados visualmente entre sí.
Además, los Tampus o Tambos que eran los alojamientos para el Inca o los viajeros en misión oficial, como así también especies de depósitos donde se almacenaba comida, leña, forraje, ropas, armas y otros tantos productos necesarios para el incanato y su sistema de control estatal.

Los caminos incaicos fueron erigidos con una finalidad práctica en función del tráfico pedestre de hombres (entre los que se encuentran los conocidos chasquis o mensajeros) y animales, es decir las llamas, que con su capacidad de transportar entre 30 y 40 Kg en su lomo, eran muy utilizadas para el traslado de minerales y productos de toda índole entre diferentes regiones del imperio.
La arquitectura vial precolombina fue, es y será motivo de admiración tanto para legos como para científicos abocados a su estudio, ya que denota un profundo conocimiento del medio geográfico y el hombre.

A pesar de los miles de kilómetros en que se entretejen estos caminos arqueológicos existen similitudes constructivas que los hacen característicos y únicos.
Donde el terreno era aplanado trazaban una recta perfecta, a veces de varios kilómetros como el caso de la recta de Tin Tin, actual ruta vehicular de los Valles Calchaquíes que fuera otrora camino precolombino; otro elemento distintivo fue el de unir dos puntos o localidades empleando la menor distancia posible, sin por ello olvidar u obviar la disponibilidad de agua y la menor inclinación del terreno.
Las diferentes técnicas aplicadas a la construcción de estos caminos se adaptaban sobremanera a los viajeros, cuyo objetivo se orientaba a reducir a la mínima expresión el esfuerzo y desgaste físico.
Un ejemplo de ello lo podemos apreciar en algunas escaleras de cierta longitud, donde los peldaños tenían una leve inclinación del borde donde se pisa hacia abajo, dando lugar a un ángulo superior a los clásicos 90º de las escalinatas comunes, esta modificación de pocos grados facilita el ascenso y ahorra energía a los caminantes.
Las rampas que descienden a las quebradas o que suben colinas por lo general no superaban los 20º de inclinación.

El alto grado de sofisticación constructiva está representado por los puentes fijos, puentes voladizos de madera o roca, puentes colgantes, puentes flotantes, escalinatas, cables carriles, rampas y enormes taludes o paredes artificiales construidas sobre precipicios y laderas abruptas, a fin de mantener la línea del camino y el nivel altitudinal.

"Si en los llanos el camino real se reduce a simple remoción de obstáculos, en los parajes pantanosos lo hallamos embaldosados con grandes lajas, en las laderas calzado con pirca y en los acantilados de roca viva labrado primorosamente, sea en forma de escalones sea en rampa suave que permite el desfile de llamas y hombres cargados" expresaba el cronista Garcilaso.

Por su parte Cieza de León dice: "...que era menester cavar por las laderas en peña viva para hacer el camino ancho y llano; todo lo cual hacían con fuego y con sus picos.
Por otros lugares había subidas tan altas y ásperas que salían de lo bajo escalones para poder subir por ellos a lo más alto, haciendo entre medias dellos algunos descansos anchos para el reposo... por estas nieves y por donde había montañas de árboles y céspedes, lo hacían llano y empedrado...y en lo poblado, junto a él, había grandes palacios y alojamiento para la gente de guerra y por los desiertos nevados y de campaña había aposentos donde se podían muy bien amparar de los fríos y de las lluvias; y en muchos lugares como es en el Collao y en otras partes había señales de sus legua que llamaban tupus y una dellas es una legua y media de Castilla".

La Legua Colonial equivale a 6,3 km, esto quiere decir que un tupu serían 9,45 km. aproximadamente.

Muchas son las elogiosas citas de los cronistas, exploradores y científicos sobre esta vialidad precolombina, de la cual cabe a esta altura agregar que no fue exclusiva de los Incas, pues las grandes culturas andinas como por ejemplo los Mochicas ya las poseían, pero fueron los Incas quienes mejoraron y adaptaron lo existente, construyeron otro tanto donde fue necesario y potenciaron toda la red vial con un sentido geopolítico y logístico estatal asombroso, hecho que no deja de sorprendernos y causar admiración.
CAMINOS INCAICOS EN SALTA

No es ninguna novedad comentar aquí sobre la existencia de caminos incaicos en el noroeste argentino, o tal vez si lo sea.
Todos aquellos que tenemos la oportunidad de transitar por las montañas y serranías andinas gozamos del privilegio de observar y caminar por esos bellos vestigios pétreos, mudos testigos de la efervescente vida precolombina que les dieron origen y dotaron de un sentido que hoy es difícil de interpretar.

Sobre el fértil Valle de Lerma, las serranías adyacentes, los Valles Calchaquies y la lejana e inhóspita Puna se extienden y unen estos caminos arqueológicos generalmente sin ser advertidos por los caminantes.
Muchas montañas poseen zigzagueantes y sólidas sendas empedradas que conducen hacia los "santuarios" ubicados en las altas cumbres andinas, a veces a más de seis mil metros de altura, donde se realizaban hace siglos ofrendas y sacrificios propiciatorios para las deidades tutelares locales y las estatales impuestas por el incanato.

Caminos de esta naturaleza y "santuarios de altura" fueron observados en montañas del NOA como el volcán Llullaillaco de 6739 metros, el Nevado de Chañi de casi 6000 m, el conocido Nevado de Acay de 5716 m, el volcán centropuneño Quehuar de 6130 m, entre otros, y solo por mencionar a los mas conocidos de una casi treintena de los andes salteños y alrededor de doscientos en toda la cordillera sudamericana.
Las montañas fueron y son objetos de culto y adoración, y los Incas no escatimaron esfuerzos en construir caminos hacia los santuarios y centros de adoración en los altos cerros, donde llegaron a perpetrar sacrificios humanos.
Un investigador pionero de la "Vialidad Imperial de los Incas" (como se titula una de sus obras, publicada en 1963)

fue León Strube Erdman quien con relación a la provincia de Salta y la vialidad incaica que por su centro la atraviesa comenta:
"...La prolongación de la ruta por Humahuaca y en línea recta se presenta en los llanos de la Almona de Jujuy y de San Antonio de Perico pasando por La Caldera al valle de Lerma en toda su extensión hasta Guachipas, cuyo ramal a Pampa Grande descubrió el mismo fundador de Salta, el Licenciado Lerma.
Tres grandes comunicaciones hacia el O. posee el vasto valle de Lerma:
Por la quebrada del Toro, llamada hasta el siglo pasado Quebrada del Perú, tramo cómodo a La Puna; por la quebrada de Escoipe al valle Calchaquí superior y por Las Conchas al valle Calchaquí inferior, todos recorridos por la vía principal serrana del Inca.
Hablan, asimismo, españoles de caminos existentes desde Jujuy al Siancas o Mojotoro rumbo a la llanura de Metán o Mitana donde topó Heredia, en su vuelta al Perú, con indios Keshuas. [...] Por ahí va un antiquísimo camino hasta Copolique, pueblo estación de Rosario de la Frontera a Antilla y Tucumán.
Otro camino antiguo parte de Rosario de la Frontera por el Cebilar a Candelaria y por Lampaco al Medina siguiendo los llanos de Tucumán.".

Estos caminos, especialmente los del valle de Lerma, con el tiempo se fueron transformando, mutando y desapareciendo debido al lógico incremento poblacional y a la mayor transitabilidad del valle, hoy, algunos de éstos constituyen rutas, avenidas o calles de la ciudad, otros fueron sacrificados a favor de la actividad agropecuaria.

Afortunadamente muchos tramos del camino imperial o sus arterias secundarias se conservan en los inhóspitos parajes de nuestra geografía, muchas veces no muy lejos de los caminos y rutas convencionales, esperando ser revalorizados, estudiados, transitados, conservados; pero se mantienen ocultos, vedados... o tal vez protegidos de la barbarie humana cuyo único y miope norte parece ser el dinero.

"...éste es el camino del Inca!" expresaba entonado el octogenario Agustín Padilla mientras acariciaba su famélico y también senil caballo, "...ellos tenían varios caminos por todo el cerro, uno va pa' Chorrillos y los valles Calchaquies después de pasar por la casa del Inca, otro pal Acay y los salares de la puna, pero éste, es el que baja pal valle de Lerma".

A varios kilómetros de este lugar doña Bernardina, mientras compartíamos un mate cocido y un agradable momento en el atardecer, nos comentaba con total naturalidad "...el camino de los incas baja de los cerros y pasa por la pampa derechito, derechito hasta el otro lado donde están las peñas grandes...y se acaba en el alto, allá en el Chañi".

"...decían los viejos del pueblo que por aquí los antiguos llevaban sal de los salares al valle de Lerma", afirmaba el robusto y curtido baquiano Quipildor en las proximidades de la estación ferroviaria Cachiñal; si revisamos la etimología del topónimo veremos la coherencia de lo dicho: en el idioma de los incas Cachi significa sal, y ñan camino.
Cabe aclarar que en las cartas geográficas de principio de siglo figura con el nombre de "Cachiñan".
Ejemplos toponímicos que hacen alusión a los caminos incaicos tenemos bastantes en nuestros mapas, tal es el caso de Ingañan, Ingamana, Encañan, Saltañan, entre otros.

Los caminos en nuestra geografía estuvieron asociados a la actividad minera en las zonas altas y a la agricultura en las bajas y donde el medio lo permitía, también a fuentes de aguas termales.
De todas estas quizá la más significativa sea la asociación de los caminos con la actividad minera debido a la riqueza de la región, se sabe de muchas canteras de oro y plata que con el tiempo fueron reactivadas y explotadas.

El explorador Alexander Humboldt dijo:
"La austera impresión que da la fragosidad de la cordillera, se ve aumentada inesperadamente por el hecho de que restos notables de la calzada incaica ahí se han conservado, de esta obra gigantesca por la cual en una distancia de 2500 millas geográficas, todas las provincias se hallaban vinculadas.
A trechos, generalmente en distancias iguales, encontramos viviendas construídas de bloques canteados, una especie de caravanera, llamadas tambos y también Ingapilca (pirca, pared). Algunos a modo de baluartes, otros transformados en balnearios por conducción de agua termal; los mayores están destinados a la familia del monarca".

Muchas son las citas que se pueden mencionar, mas todo intento de describir la sublime imponencia de esos bellos caminos arqueológicos quizá resulte vano, pues verlos, caminarlos y sentirlos en los pies causa tal sensación que no hay palabras ni letras que basten.

Quiera el hombre en el futuro, a través de sus decisiones políticas, permitir la investigación, la puesta en valor, la conservación y difusión de este exquisito y amenazado legado cultural que ha pervivido hasta nuestros días, para que pueda ser disfrutado por todos, y en especial por las generaciones venideras, a las cuales nuestro egoísmo, masificación e irracionalidad los está llenando de NADA.

jueves, 19 de noviembre de 2009

LOS INCAS

Un cierto misterio se extiende sobre los orígenes del pueblo Inca, al menos sobre sus orígenes históricos, porque las leyendas abundan.

Los datos que mejor concuerdan con los descubrimientos arqueológicos y antropológicos son los relatos que sitúan al nacimiento de los incas en las altas mesetas del Perú, al sur de Cuzco.

En el segundo ciclo (900 al 1200), se desarrolló junto al lago Titicaca la cultura Tiahuanaco.

La ciudad, que poseía imponentes construcciones y relieves, fue destruida por bandas de saqueadores en el año 900.

Un siglo después, una nueva civilización autóctona reanimó a Tiahuanaco, al borde de la cultura aymará sobre la ladera oriental de los Andes, mientras un pueblo nuevo, el de los incas, hacía su aparición.

LOS HERMANOS AYAR.

Se cuenta que en épocas remotísimas aparecieron en Pacaritampu, por las tres grutas de la colina de Tampu Tocco ("la casa de las ventanas"), cuatro hermanos llamados Ayar, con sus mujeres, y emprendieron, seguidos por sus primitivos "ayllus" (clanes) un largo peregrinaje hacia el norte.

Tres de ellos se fueron quedando por el camino convertidos en peñascos.; y el otro, llamado Ayar Mauco, llegó al fin con el resto de su gente a un valle fértil, donde emprendió la construcción del Cuzco.

Este fundador no era otro que Manco Cápac, y su mujer, Mama Ocllo: la pareja divina creada por el Sol.

Valcárcel ha ensayado una interpretación es esta leyenda como mito agrario de la quinua ("ayar) y la fecundación ("ojillo"), en busca de la tierra fértil.

Los hermanos Ayar, sus mujeres y sus ayllus sugieren el advenimiento de gente del sur que llega y domina el valle del Cuzco, aludiendo quizás a una remota invasión aymará que se enseñoreó entre las tribus de habla quichua (principio de si. XIII).

A ello se deba, tal vez, que la ciudad haya sido divida en dos partes: Hanan Cuzco, ciudad alta, y Hanan Cuzco o ciudad baja.

En la primera tenía el Inca sus palacios, en torno de una gran plaza.
LOS CONQUISTADORES DE LOS ANDES.

Manco Cápac, después de haber caminado a través de las montañas de Los Andes se detuvo en HUANACUARI, cerca del Cuzco.

El favorito de los dioses solares, decidió que su clan se establecería en esta región, donde su cetro de oro se había clavado en toda su longitud en las tierras de aluciones cultivables.

Los incas pertenecían a un grupo colla del lago Titicaca, de lengua aymará; cultivadores de maíz y hábiles tejedores, demostrarían sus cualidades de edificadores haciendo de Cuzco una ciudad imperial.

En poco tiempo los soberanos incas fueron consolidando un imperio, único en América precolombina, que se extendió de norte a sur en más de 4.000km, desde Colombia hasta Chile, comprendiendo la costa y el interior.

La política de edificación y la conquista en el exterior emprendidas simultáneamente por Manco Cápac, fue tarea incansablemente seguida por sus sucesores.

Desde el punto de vista cultural los incas sintetizaron las realizaciones de las civilizaciones que integraron en su imperio.

Destacaron notablemente en la arquitectura, no solo en la ciudad de Cuzco sino también en poblaciones cercanas, (Pisac, Ollantaytambo, Machu - Pichu) o muy alejadas del centro del imperio (Tumipampa); imágenes de la grandeza de los reyes, palacios hechos de bloques ciclópeos, caracterizadas por el refinadísimo trabajo de la piedra, la uniformidad de los tipos arquitectónicos y la peculiar fusión entre arquitectura y naturaleza.

La Legendaria Dinastía del Sol.

A este le sucedió Sincha Roca, después Lloque Yupanqui, más tarde Mayta Cápac, y en quinto lugar Cápac Yupanqui.

Parece ser que este expandió su dominio fuera del Cuzco y que habría sido el último rey del Hurin Cuzco.

En adelante los soberanos de una nueva dinastía tomaron el nombre de "incas" y ya no habitarían el Templo del Sol, sino en palacios construidos en lo alto de la ciudad.

De allí se siguieron los reinados de Inca Roca, y Yáhuar Huacac ("el que llora sangre"), que consolidaron la confederación incaica (Cuzco), frente a un peligroso rival: la confederación Chanca (Ayacucho).


Se cuentan doce grandes emperadores, repartidos en dos períodos: el Antiguo Imperio, hasta el siglo XIV, y el Nuevo Imperio, con el reinado de Viracocha Inca, nombre tomado de una divinidad, que inaugura en glorioso linaje, marca la expansión marítima de los incas hacia las islas del Océano Pacífico.

Durante su reinado, los chanca emprendieron la conquista del Cuzco.

Urco, el príncipe heredero - vicioso y cobarde - era e menos indicado para afrontar tan grave situación; y el viejo Inca tampoco podía hacerlo ya; así es que dispuso someterse a los invasores.

En tan apremiantes circunstancias apareció el príncipe Cusi quien consiguió rechazar a los invasores.

La Fundación del Imperio.

El príncipe salvador sucedió al viejo Viracocha con el nombre Pachacútec Yupanqui (el rey que hacía temblar la tierra), hacia el año 1438 y desde entonces emprendió una serie de conquistas que expandieron y consolidaron su dominio imperial.

Aniquilados los chancas, las fuerzas del Inca se dirigieron la cuenca del Titicaca y sometieron a los collas, de raza aymará.

De allá volvieron hacia el norte y en rápidas campañas multitud de pueblos fueron reducidos, por fuerza o de grado, al vasallaje.

Y aún el reino de Quito y la brillante civilización chimú fueron incorporados en ese tiempo por Túpac Yupanqui, hijo de Pachacútec, a quien sucedería en 1471.

Una prolija planificación aseguraba la victoria de los ejércitos.

Se construían caminos y puentes, se instalaban puestos de abastecimiento y fortalezas para las guarniciones de ocupación.

En caso de resistencia tenaz el Inca aplicaba el método de los "mitimaes" o (mitmaccuna), que consistía en el traslado en masa de poblaciones recién conquistadas a zonas "incaizadas" de mucho antes.

A los pueblos sometidos se les implantaba el culto del Sol, y el runa - "sini" (lengua de los hombres), es decir el quichua, como idioma oficial obligatorio.

Los hijos de las familias principales eran trasladados al Cuzco donde se los adoctrinaba durante años para ser leales colaboradores del Inca.

El Tahuantinsuyo.

En la máxima expansión de su imperio Túpac Yupanqui lo dividió administrativamente en cuatro partes ("suyos").

Norte: Chinchasuyo (Gran parte de Perú y Ecuador).

Oeste: Cuntisuyo (Cerca del Cuzco).

Noreste: Antisuyo

Sur: Collasuyo (Bolivia, Chile hasta el río Maule y región andina
Argentina).

Cada "suyo" estaba dividido en "huamanis" (provincias) y estas en "sayas" (partes), integradas a su vez por cierto número de "ayllus" (comunidades familiares o clanes) que estaban dirigidos por sus respectivos "curacas" (jefes).

En medio de este imperio, esta el Cuzco ("ombligo"), con su gran plaza central, toda cuidadosamente embaldosada, y debajo de ella corría un arroyo entubado, sus cales empedradas y sus palacios, en el quizás vivían 200.000 indios.

La plaza era el centro del Imperio y por ello los incas habían construido cuatro colosales caminos que partiendo de allí llegaban a los confines del dominio.
Las grandes fortalezas de Paucartambo, Urcos, Limatambo y Ollantay, fijaban y protegían, en los cuatro rumbos, los límites de la ciudad.

Se dice que cuando un indio iba hacia el Cuzco, cedía el paso al que procedía de esta prestigiosa ciudad "ombligo", sede del divinizado Inca.

La ciudad también de las "Vírgenes del Sol", que hilaban y tejían la lana de vicuña bajo la vigilancia de las "mamaconas".

En el Cuzco, la aristocracia tenía una escuela en la que el "amauta", (sabio) enseñaba el dominio del quichua, de la religión, de los quipos (cuerdas de nudos, como ayuda mnemotécnica) y de otras cosas que eran de saberse.

Los discípulos se sometían a difíciles pruebas, y si salían airosos, quedaban iniciados en una minoría privilegiada a la que los españoles llamaron "orejones", por la deformación que les producían los pendientes que llevaban como signo de su grado.

Estos eran los colaboradores de Inca.

Cada "suyo" estaba a cargo de un "apo" que integraba el consejo supremo del soberano.

Los "quipucamayus" (guardadores de quipos) llevaban las estadísticas con sus cordeles convencionalmente anudados; y los "tucuirícuc" (el que todo lo ve) inspeccionaban las provincias del imperio recorriendo los caminos de tambo en tambo.

El régimen político de los incas era un comunismo de Estado.

Todo pertenecía al Inca reinante, que distribuía víveres y vestidos según las necesidades de la población.

El indio que trabajaba era mantenido de acuerdo a sus necesidades, y cuando llegaba a viejo o caía enfermo, continuaba disfrutando esos bienes.

El pueblo, que conocía muy bien las técnicas agrícolas del cultivo en terrazas, instaladas sobre desniveles de más de 3.000 m, cultivaba los mismos frutos ecuatoriales y tropicales que los de climas templados, según las altitudes de las plantaciones; este pueblo estaba igualmente dotado para la artesanía, de la que nos han quedado la alfarería y el trabajo en oro como preciosos testimonios.

El Sol era la principal divinidad, así como su esposa, Mama Quilla, la luna, madre de las reinas; estas dos divinidades astrológicas tenían por servidores al planeta Venus y a la constelación de las Pléyades.

El dios Pacha - Camac ocupaba la cúspide del panteón del Inca.

Los dioses de los países vencidos eran encerrados como rehenes en un anejo del Gran Templo del Sol, en Cuzco.

Los brujos y los adivinos, cuyo papel fue preponderante en la vida política del Imperio Inca, presagiaban el porvenir, de mil maneras, observaciones del movimiento aparente de los astros, investigación de augurios por el vuelo de las grandes rapaces andinas, dispersión de las cenizas, de los fuegos sagrados y configuración de los hígados de los muertos.

No era raro que un adivino se apoderara del alma de un enemigo haciendo quemar su efigie: una pequeña muñeca de harina y de manteca.

Bajo de reinado de Viracocha (1395) fue instaurado el culto del emperador y de la emperatriz, su hermana mayor.

El culto imperial servía de unión entre todos los pueblos.

De tal modo el absolutismo del hijo del Sol imprimía es esta imperial estructura política, social, militar u económica, una inexorable y eficiente disciplina.

Pero en este estado totalitario existía ya la debilidad que le arrastraría a su caída definitiva.

EL OCASO DEL SOL.

Viejas leyendas anunciaban, en efecto que un día el Sol se oscurecería...

En 1493 el Cuzco celebró la asunción de Hauyra Cápac, su undécimo Inca, cuyo reinado habría de verse perturbado por los alzamientos quiteños.

Partió, pues el soberano, a pacificar aquellos pueblos del norte y, después de hacerlo, estimó conveniente establecerse en Quito, donde los sorprendió la muerte en 1525.

Uno de sus hijos, Huáscar, que había quedado en Cuzco, se consideró legítimo heredero; y en Quito el otro, Atahualpa, nacido de una princesa quiteña, se creyó con mejor derecho.

Esta rivalidad de hermanos derivó en una guerra civil que, si bien le dio el triunfo a Atahualpa, constituyéndose en duodécimo Inca, debilitó la estructura imperial, haciéndola vulnerable a eventuales enemigos.

Mientras Atahualpa (1532) empezaba a disfrutar de su victoria - sin advertir hasta qué punto suelen ser efímeros los triunfos de la fuerza, y que unos hombres procedentes del este lejano serían dueños del país durante siglos y siglos.

Cuando España desembarcó en las playas peruanas, los incas estaban divididos entre partidarios de la resistencia y partidarios de la no-violencia. Pizarro se aprovecharía de esta situación y ofrecería al Rey Católico su más bella joya: una colonia cuyo oro habría de enriquecer al viejo continente.

Así acabaría el pueblo del Imperio del Sol.

Recomedamos además ampliar información en:
Organización geopolítica y religiosa del territorio incaico

LA AMERICA LATINA DEL SIGLO XVI AL XVII.

Perfil histórico.

Medio siglo después de las conquistas de Cortés y de Pizarro que habían puesto fin a los imperios Azteca e Inca, los españoles y portugueses exploraron y se repartieron América del Sur.

Los trabajos de colonización suceden a las hazañas de los conquistadores.

Los comienzos no pueden ser más trágicos para los indios, entregados a la insaciable codicia de los colonos en los grandes dominios de las encomiendas, donde ellos se comportan como amos.

La corona de España trata de intervenir en las colonias por medio del Consejo de Indias y la Casa de Contratación de Sevilla, que tiene el monopolio del comercio.

Religiosos como Las Casas, conmovidos por las desgracias de los indios promueven una verdadera campaña de protesta y son dictadas leyes de protección a los indígenas, aunque apenas si son aplicadas por la resistencia de los colonos.

Sin embargo, el sistema feudal de la encomienda desaparece poco a poco.

Una nueva administración hace su aparición en los virreinatos de Méjico y Lima.

El oro y la plata forman la parte esencial de la riqueza colonial.

Las minas del Potosí y del Perú son célebres; en 1650 Lima tiene ya 120.000 habitantes.

Son muchos los indios muertos a consecuencia de los trabajos forzados, las matanzas y las epidemias.

La trata de negros, que no cesa de aumentar, abastece de mano de obra las plantaciones coloniales.

Ciertas Ordenes religiosas, especialmente los jesuitas, luchan por sustraer a los indios de la esclavitud, acogiéndolos en sus "reducciones", inmensos distritos independientes como el Paraguay.


miércoles, 18 de noviembre de 2009

LOS PUEBLOS ANDINOS

A lo largo de la costa occidental de Sudamérica se extiende, cual si fuera la columna vertebral del continente, la cordillera de Los Andes.

Su cresta de picos nevados en Bolivia y Perú se dilata en anchas mesetas y valles.

En el paisaje abrupto, que las montañas de América Central encadenan con la sierra Madre de México, se desarrollaron pueblos cuya civilización junto con la de los mayas y aztecas, alcanzaron los más altos niveles de la cultura prehispánica.

En la región andina de América del Sur se han superpuesto culturas sucesivas.

El imperio incaico, que como el imperio azteca, construyó su estructura política dominado y absorbiendo a otros pueblos a los que suele decírseles culturas arcaicas"

En términos generales los pueblos andinos se caracterizan como "agricultores intensivos", a excepción de los araucanos (Chile).

Culturas Preincaicas.

La región andina, incluye los territorios atravesados por Los Andes, coincidente aproximadamente con la máxima extensión lograda por el imperio inca, entre los paralelos 3° de latitud N y los 36° de latitud S.

Los pueblos andinos son filiales de una raza prehistórica a la que suele llamarse "ándina", que había asentado su civilización de tipo indonésico antes de la era cristiana, desalojando a otros remotos pueblos de pescadores y cazadores y recolectores, de los que apenas quedan vestigios.

Dicha civilización, de individuos braquicéfalos, de baja talla, se diversificó en culturas regionales cada vez más diferenciadas.

Según la cronología de Max Uhle, entre los años 200 y 700 de nuestra era se desarrollaron y prevalecieron las culturas del litoral peruano.

Los conquistadores españoles encontraron a principios de siglo XVI, tras un largo proceso de asimilación y caracterización cultural los principales pueblos que se formaron a lo largo de la región andina.
Los Chibchas
Los chibchas o muiscas (hombres).

Se expandieron hacia el Ecuador y hacia América Central.

Famosos por su orfebrería.

Los chibchas y quembayás constituyen las altas culturas colombianas.

Su arquitectura fue muy pobre y no llegaron a las realizaciones culturales de algunas civilizaciones peruanas pero, las piezas de oro conservadas se cuentan entre las mejores del arte precolombino.

Quichuas, organizadores del imperio del Tahuantinsuyo (incaico, con capital en Cuzco.

Imprimieron su hegemonía desde Ecuador hasta Maule (Chile), fundiendo su propia cultura con la de los chimúes y aimaraes

Tiahuanaco se desarrolló junto al Titicaca con sus imponentes construcciones y relieves de piedra.

Famosos por su imponente "Puerta del Sol".

Aymaraés o collas, alfareros y tejedores del altiplano boliviano del lago Titicaca.

Bajo el dominio incaico conservaron en el altiplano su propia cultura.

A la aymará, pertenecen las singulares "chulpas" o torrecillas funerarias.

Urus, pescadores del Titicaca, expertos en hacer cestos y barcas de totora.

Diaguitas, vasallos de los incas, pero con una característica forjada en la antigua región del Tucumán.

Para la etnología son pueblos andinos, aunque geográficamente no lo sean.

Araucanos, belicosos pobladores de Chile, desde Coquimbo hasta Chiloé, a quien los incas no dominaron más allá del río Maule.

Atacamas, Norte de Chile. (500 y 1350) traficantes de sal a lomo de llamas, tejedores y hábiles artífices en el pirograbado de mates.

Caras (500 y 1350). Belicosos señores de Quito, famosos por sus esmeraldas y su tejeduría.

LAS CIVILIZACIONES DE LAS ALTAS MESETAS ANDINAS.

Los restos más antiguos pertenecen a Huaca Pietra, en el valle de Chicama, se remontan al III milenio a. J. C. Sus pobladores practicaban una agricultura primitiva basada en la hidridación de especies salvajes.

Algunos objetos decorados, en especial tejidos, fechados entre 2.500 y 2.000 a. J. C., indican una búsqueda gráfica y prefiguran los de Chavín.

Cultura Chavín ( 1° ciclo entre 300 a 900 aproximadamente).
El horizonte Chavín inicia el período ocultista, que significó un gran cambio en la vida de los Andes peruanos.

Esta cultura preincaica que se desarrolló en el Altiplano septentrional (Chavín de Huantar) y en la zona costera del Norte de Perú (valles de Cupisnique, Casma, Nepeña y Lambayeques), es la más antigua de las grandes culturas del Perú, con yacimientos fechados en el siglo IX a. J. C.

Se supone desarrollada por un pueblo agricultor que cultivaba el maíz y tenía un gran dominio del riego.

Debió existir una clase sacerdotal encargada de la vigilancia y realización de las construcciones.

El elemento característico de los yacimientos chavín es la representación estilizada de un felino de ojos protuberantes y garras curvadas, probablemente una deidad cuyo culto se extendió por una amplia región.

Este diseño está trazado generalmente mediante incisiones y en bajo relieve en las esculturas en piedra, en la cerámica, en las piezas de metal y en los instrumentos de concha y hueso.

Es característica la cerámica monocroma con asa en estribo, que sería utilizada por otras varias culturas.

El Jaguar, animal clave del arte de los Andes, hace su aparición.

El área de influencia de la cultura chavín se extendió en forma homogénea por toda la costa del Perú, antes de dar paso a otras culturas con fuertes diferencias locales.

Chavín de Huantar
Principal yacimiento de la cultura Chavín, consta de una serie de construcciones entre las que se destaca el Castillo, de mole enorme, con gruesos muros de piedra rellenos de tapial.

El edificio está dividido en tres pisos, compuestos por cámaras, galerías y pozos de ventilación ; existe una serie de galerías en forma de peine, cuya funcionalidad se desconoce, carece de aberturas, excepto la puerta, y sus paredes exteriores están adornadas con cabezas exentas, de felinos y humanas.

Chavín de Huantar debió ser un centro religioso.

Cultura Mochica o Moche

Entre 330 a. J. C. y 500 d. J.C. la costa norte estuvo dominada por la cultura Mochica, concentrada en los valles de Moche, Chicama, Virú y Santa.

Notable por sus realizaciones artísticas, en especial la cerámica y sus construcciones piramidales escalonadas de adobe, tales como la "Huaca del Sol", de 41 m de altura, y por su estilo naturalista de su alfarería modelada ("vaso retrato")
Trompeta en forma de serpiente y vasija. Cultura Mochica. MUSEO/ Amano. Lima Perú.

Las técnicas agrícolas en el período moche estaban muy avanzadas y en todos los valles se realizaron notables obras de regadío, algunos todavía en uso, canales, acueductos que permitían que la base de sustentación principal fuera su agricultura, en especial la del maíz.

Las notables diferencias de vestimenta y tocado que aparecen en las vasijas indican que había distintas categorías sociales.

Parece ser que existía una cierta especialización en el trabajo e incluso algunas profesiones bien caracterizadas, como la del médico.

La amplitud de la religión (de sentido astral y también con importancia de una clase sacerdotal muy importante).

Los guerreros, en una sociedad claramente agresiva y que parece haber tenido frecuentes enfrentamientos y luchas de conquista, recibían honores especiales.

No obstante, no existió un centralismo organizativo, sino que los valles tenían un sistema autónomo.
En la época mochica no había aparecido aún una preocupación urbanística como la que habría de caracterizar al reino chimú.

Las aldeas moche consistían en grupos de casas dispuestas al azar realizadas en materiales perecederos.

Se conoce su disposición por la existencia de vasijas - maquetas, puesto que no han quedado restos.

La arquitectura religiosa, por el contrario, era mucho más imponente y de ella sí quedan restos :las pirámides llamadas Huaca del Sol y Huaca de la Luna, cerca de la ciudad de Trujillo.

La pirámide del Sol es la estructura más grande de la costa.

La plataforma que le sirve de base mide 228 m de largo por 136 de ancho y tiene 5 terrazas que se elevan a una altura total de 18 m.

Sobre esta plataforma se eleva una pirámide escalonada de 103 m de lado por 23 de altura.

La Huaca de la Luna carece de pirámide y la plataforma es la más pequeña, con 80 por 60 m de base y 21 m de altura ; están realizadas en adobe.

La más conocida de las artes mochicas, es sin duda, la cerámica.

Sus vasijas, de carácter escultórico y naturista, son una verdadera excepción dentro del arte precolombino, mucho más proclive a la abstracción y al simbolismo.

La forma típica, conocida desde la cultura chavín, es la vasija con asa en forma de estribo.

La gran mayoría de estas cerámicas provienen de enterramientos y son objetos con función religiosa, especialmente destinados al ritual funerario.

La temática abordada por los alfareros mochicas es variadísima.

En primer lugar destaca un tipo de vasos llamados vasos retratos.

Los personajes aparecen representados con sus rasgos más característicos, aún con la huella de enfermedades y deformaciones, y en muchos casos se trata de caciques.

Otra vertiente temática es el mundo animal : aparece en detalle toda la fauna terrestre y acuática que los moches conocieron.

La caza y la pesca tienen frecuentes representaciones ; las casas, son fuente inapreciable para el estudio de su arquitectura.

Las escenas guerreras, en pinturas o en representaciones de personajes cautivos (hombres o animales), se repiten a menudo.

Asimismo representaron temas eróticos.

En cuanto a la policromías, algunas presentan un tipo de barniz muy pulimentado de gran calidad.

Fueron expertos en el arte plumario y en el tejido, pero apenas se conservan ejemplares.

Destacaron en la orfebrería que trabajaron engarzando piedras semipreciosas.

En la misma zona ocupada por la cultura mochica con posterioridad, floreció la antigua civilización Chimú o Yunca.

Admirable por la grandiosidad de sus ciudades, y entre todas, "Chacan" (Chan - Chan) o Gran Chimú cerca de Trujillo, era un concentrado centro urbano, que abarcó 18 km2 con sus palacios, pirámides, templos, viviendas, calles, plazas, cementerios y obras hidráulicas.

Esta civilización, heredera de la cultura Mochica, llegó a un alto grado de esplendor por su notable cerámica zoomorfa y antropomorfa; estilizaban muy bien el modelado de su cerámica negra; por su tejido, metalurgia, navegación y agricultura.

La cultura chimú mantuvo su esplendor en el tercer ciclo, hasta la conquista incaica. (1438).

Cultura Paracas:

En la costa sur del Perú, en la península de Paracas al sur del puerto de Pisco, los restos culturales más antiguos corresponden a las culturas de Paracas .

Cronológicamente se extiende entre el 500 a. J. C. y el 500 d. J.C. Los restos arqueológicos magníficamente conservados por la sequedad del clima, fueron descubiertos alrededor de 1925 por Julio Tello.

Se encontraron dos tipos de enterramientos que recibieron el nombre de Paracas Cavernas y Paracas Necrópolis, que diferían en cuanto a su naturaleza y contenido.

Paracas Cavernas ha proporcionado una cerámica con incisiones notables, en tanto que sus tejidos son de calidad media.

Pacarás Necrópolis presenta una cerámica sencilla, sin pintar, y en cambio sus tejidos son mucho más valiosos.

La ordenación cronológica de ambos enterramientos presenta algunos problemas.

Se considera en general que Cavernas pertenece a un período mas antiguo, o experimental, en tanto que Necrópolis se ha atribuido al preríodo floreciente.

Los enterramientos de Paracas Cavernas consisten en cámaras excavadas en la roca, a un profundidad de 6 a 7 m, en forma de botella.

Muchas de las tumbas, además, poseen una cámara adicional revestida de piedra, en la superficie.

Los cuerpos encontrados - de ambos sexos y de todas las edades - mostraban en la cabeza una trepanación artificial y estaban envueltos en tejidos de algodón y rodeados de ofrendas funerarias.

Paracas Necrópolis es un cementerio, rodeado de un muro de piedra, que encierra más de cuatrocientas momias dispuestas en fosas rectangulares cubiertas de arena.

Las momias, en posición fetal y con el mentón entre las manos, están envueltas en una serie de tejidos que se atan por un extremo adornado con Plumas.

En el interior, a la manera de muñeca rusa, cada envoltorio guarda la forma de una silueta humana.

Los tejidos, policromados y bordados, también contienen joyas, y están recubiertos por un último tejido de algodón basto.

Junto a la momia aparecen diversos objetos - ofrenda : cerámica, armas, objetos de uso corriente y joyas.

Las momias no presentan todas iguales características, y su importancia (seguramente correspondiente a su posición social en vida) viene dada por el tamaño del fardo.

Los tejidos de Paracas son los mejores del Perú precolombino.

De gran tamaño (hasta 2.50 m de ancho por 10 de largo) estaban realizados en algodón o en lana de llama, guanaco, alpaca o vicuña.

Poseen una gran cantidad de técnicas de tejido y el bordado alcanza una gran perfección.

Llama la atención la gran cantidad de matices existentes para cada color y la técnica de tinción que permitió sobrevivieran perfectamente al paso de los siglos.

Los esquemas compositivos de los tejidos son profundamente abstractos y sintéticos, relacionándose temáticamente con la simbología nazca.

Cultura Nazca

A unos 160 km al sur de Paracas y a unos 80 km tierra adentro se desarrolló entre 300 y 1000 d. J.C., aproximadamente la cultura Nazca, contemporánea de la mochica y como ella perteneciente al período clásico. A pesar de que la cronología no ha sido sólidamente establecida, parece que la cultura nazca es posterior a la de Paracas, y las similitudes formales entre ambas culturas indican que Nazca se desarrolló a partir de Paracas, directamente, sin que cambiara de población. Hasta 1901, fecha en que fue descubierta por Max Uhle, la cultura nazca era prácticamente desconocida.

A diferencia de las culturas norteñas, los nazca poseían casas pequeñas, con paredes de adobe y agrupadas a manera de aldea, sin grandes edificaciones. Parece que los nazca fueron un pueblo poco estructurado jerárquicamente, sin distinciones de clase marcadas y probablemente sin un sacerdocio rígido.
El centro más conocido es Cahuachi, en el curso medio del río Nazca.
Las tumbas consisten en un pozo que conduce a una cámara que puede estar cerca de la superficie o a una profundidad de 4 0 5 m.
Las momias se hallaban envueltas en tejidos, de manera similar a lo que ocurría en la cultura Paracas; el más extraordinario producto de las tumbas es la cerámica policromada allí depositada.
Si el elemento característico y mejor logrado de la cerámica mochica es modelado, lo que sorprende de la nazca es la pintura, el dibujo y el magnífico colorido.
La forma, secundaria, a veces globular, otras de cilindro chato, ampollado o imitando personajes, adquiere todo su valor como soporte de un colorido que abarca hasta once colores diferentes.
Los tintes siempre son puros sin claroscuros ni gradación de sombras, y la ornamentación es plana y en ella cada color es continuo dentro del campo delimitado precisamente por el contorneado.
Cuando el huaco representa una figura humana, el modelado se centra únicamente en la cabeza; tronco, piernas, pies, brazos y manos están dibujados en negro, contrastando sobre el color del vaso.
Las cabezas están también pintadas.
La cara se caracteriza por rasgos muy esquemáticos: ojos almendrados, una línea para la nariz, otra para la boca.
El repertorio formal de los nazca es abstracto y simbólico, con una compleja composición que se aleja acentuadamente del naturalismo.
La cerámica nazca se ha dividido en distintos estilos, basándose en el ornamento y la forma .
Kroeber distingue dos subestilos, llamados nazca A y nazca B.
El primero se caracteriza por una mayor sobriedad de colores y el dibujo marcado con fuertes contornos; el estilo B posee mayor variedad de formas, figuras y cabezas en los cántaros y vasijas de forma cilíndrica y un tono más apagado y regular.
Estos subestilos no tienen por qué pertenecer a distintas etapas cronológicas.
De entre las divinidades más representadas en la cerámica nazca destaca claramente el felino, "gato de agua", "gato demonio" y "gato lacustre".
Otra divinidad importante es el "Dios Mar", figura con cuerpo de pez y una cara temible, adornada con líneas triangulares y aureolas y franjas en la frente, con insignias de su poder.
Los animales representados con sentido mítico son la serpiente, el zorro, el vencejo y el ciempiés.
Los tejidos nazca son de una gran calidad, sólo comparables a los Pacaras.
El colorido y la fantasía de la decoración superan aún a la cerámica.
Los materiales utilizados son la lana de vicuña, alpaca y llama y el algodón.
Practicaron el bordado, la tapicería, el brocado, la gasa de urdimbre, el punto aguja en tres dimensiones y las telas pintadas.
Sobresalen en la llamada tapicería transparente, que parece hecha de tejido suelto con crespón de algodón entrelazado de un solo cabo.
Un aspecto curioso y extraño de la cultura nazca está constituido por los grafismos gigantes de los alrededores de Nazca y el valle de Viru, en una zona carente de lluvia.
Las piedrecillas que cubren la superficie arenosa probablemente contienen hierro y el sol de muchos milenios formó una pátina oscura en su cara superior.
Los nazca levantaron las piedrecillas, dejando que apareciera el color claro de la arena de debajo, formando así dibujos de kilómetros de largo que sólo pueden apreciarse completamente en una visión aérea.
Líneas rectas, con una extensión de 500 m a más de 8 km, áreas de formas trapezoidal o rectangular, espirales, líneas quebradas y figuras de animales destinadas a ser contempladas por las divinidades o que poseían, quizás, significados astronómicos (establecimiento de un calendario)