viernes, 20 de noviembre de 2009

POR LOS CAMINOS DEL INKA

A lo largo de la cordillera andina, desde Ecuador hasta la distante Mendoza, atravesando los más agrestes y variados paisajes, salvando vados abismales, cruzando pantanos, lagos, desiertos, altas cumbres y tupidas selvas, se dibuja sobre el paisaje una red de caminos de por lo menos 23.000 kilómetros de extensión.
Cuando los conquistadores ingresaron a las indómitas tierras andinas no pudieron evitar su admiración por la vialidad imperial de los Incas.

El cronista Cieza de León tras ingresar al Tahuantinsuyu comentó:
"De Ipiales (Colombia) se camina hasta una provincia pequeña que ha por nombre Guaca y antes de llegar a ella se ve el camino de los Ingas tan famoso en estas partes como el que Aníbal hizo por los Alpes...

Creo que si el emperador quisiere construir un camino real que se parezca al que va del Cuzco a Quito o que parte del Cuzco para ir a Chile, pese a todo su poder, no ha de lograrlo".
A fines del siglo pasado el incansable geógrafo explorador Alexander Humboldt se refirió a los caminos del Inca diciendo:
"...tuvimos dificultad en el Altiplano de Pullall para conducir nuestras mulas cargadas a través del terreno pantanoso, mientras a nuestro lado divisamos extenderse los restos grandiosos del camino incaico con 20 pies de ancho.
Cimentado estaba profundamente y empedrado con bloques labrados de pórfido negro.
Cuanto he visto de calzadas romanas en Italia, en Francia meridional y España no era más imponente que estas obras de los antiguos peruanos. Hállanse según mis observaciones barométricas, a 4.000 m. de altura sobre el mar."

El Qhapaq ñan o Inka ñan (camino del Inca) era en realidad mucho mas que una simple vialidad que unía las diferentes geografías y ecosistemas del Tahuantinsuyu, representaba la presencia simbólica del poder y autoridad del Estado Inca, cuyo uso era exclusivo de sus miembros, existiendo un riguroso control mediante puestos de observación y vigilancia distribuidos de manera equidistante y conectados visualmente entre sí.
Además, los Tampus o Tambos que eran los alojamientos para el Inca o los viajeros en misión oficial, como así también especies de depósitos donde se almacenaba comida, leña, forraje, ropas, armas y otros tantos productos necesarios para el incanato y su sistema de control estatal.

Los caminos incaicos fueron erigidos con una finalidad práctica en función del tráfico pedestre de hombres (entre los que se encuentran los conocidos chasquis o mensajeros) y animales, es decir las llamas, que con su capacidad de transportar entre 30 y 40 Kg en su lomo, eran muy utilizadas para el traslado de minerales y productos de toda índole entre diferentes regiones del imperio.
La arquitectura vial precolombina fue, es y será motivo de admiración tanto para legos como para científicos abocados a su estudio, ya que denota un profundo conocimiento del medio geográfico y el hombre.

A pesar de los miles de kilómetros en que se entretejen estos caminos arqueológicos existen similitudes constructivas que los hacen característicos y únicos.
Donde el terreno era aplanado trazaban una recta perfecta, a veces de varios kilómetros como el caso de la recta de Tin Tin, actual ruta vehicular de los Valles Calchaquíes que fuera otrora camino precolombino; otro elemento distintivo fue el de unir dos puntos o localidades empleando la menor distancia posible, sin por ello olvidar u obviar la disponibilidad de agua y la menor inclinación del terreno.
Las diferentes técnicas aplicadas a la construcción de estos caminos se adaptaban sobremanera a los viajeros, cuyo objetivo se orientaba a reducir a la mínima expresión el esfuerzo y desgaste físico.
Un ejemplo de ello lo podemos apreciar en algunas escaleras de cierta longitud, donde los peldaños tenían una leve inclinación del borde donde se pisa hacia abajo, dando lugar a un ángulo superior a los clásicos 90º de las escalinatas comunes, esta modificación de pocos grados facilita el ascenso y ahorra energía a los caminantes.
Las rampas que descienden a las quebradas o que suben colinas por lo general no superaban los 20º de inclinación.

El alto grado de sofisticación constructiva está representado por los puentes fijos, puentes voladizos de madera o roca, puentes colgantes, puentes flotantes, escalinatas, cables carriles, rampas y enormes taludes o paredes artificiales construidas sobre precipicios y laderas abruptas, a fin de mantener la línea del camino y el nivel altitudinal.

"Si en los llanos el camino real se reduce a simple remoción de obstáculos, en los parajes pantanosos lo hallamos embaldosados con grandes lajas, en las laderas calzado con pirca y en los acantilados de roca viva labrado primorosamente, sea en forma de escalones sea en rampa suave que permite el desfile de llamas y hombres cargados" expresaba el cronista Garcilaso.

Por su parte Cieza de León dice: "...que era menester cavar por las laderas en peña viva para hacer el camino ancho y llano; todo lo cual hacían con fuego y con sus picos.
Por otros lugares había subidas tan altas y ásperas que salían de lo bajo escalones para poder subir por ellos a lo más alto, haciendo entre medias dellos algunos descansos anchos para el reposo... por estas nieves y por donde había montañas de árboles y céspedes, lo hacían llano y empedrado...y en lo poblado, junto a él, había grandes palacios y alojamiento para la gente de guerra y por los desiertos nevados y de campaña había aposentos donde se podían muy bien amparar de los fríos y de las lluvias; y en muchos lugares como es en el Collao y en otras partes había señales de sus legua que llamaban tupus y una dellas es una legua y media de Castilla".

La Legua Colonial equivale a 6,3 km, esto quiere decir que un tupu serían 9,45 km. aproximadamente.

Muchas son las elogiosas citas de los cronistas, exploradores y científicos sobre esta vialidad precolombina, de la cual cabe a esta altura agregar que no fue exclusiva de los Incas, pues las grandes culturas andinas como por ejemplo los Mochicas ya las poseían, pero fueron los Incas quienes mejoraron y adaptaron lo existente, construyeron otro tanto donde fue necesario y potenciaron toda la red vial con un sentido geopolítico y logístico estatal asombroso, hecho que no deja de sorprendernos y causar admiración.
CAMINOS INCAICOS EN SALTA

No es ninguna novedad comentar aquí sobre la existencia de caminos incaicos en el noroeste argentino, o tal vez si lo sea.
Todos aquellos que tenemos la oportunidad de transitar por las montañas y serranías andinas gozamos del privilegio de observar y caminar por esos bellos vestigios pétreos, mudos testigos de la efervescente vida precolombina que les dieron origen y dotaron de un sentido que hoy es difícil de interpretar.

Sobre el fértil Valle de Lerma, las serranías adyacentes, los Valles Calchaquies y la lejana e inhóspita Puna se extienden y unen estos caminos arqueológicos generalmente sin ser advertidos por los caminantes.
Muchas montañas poseen zigzagueantes y sólidas sendas empedradas que conducen hacia los "santuarios" ubicados en las altas cumbres andinas, a veces a más de seis mil metros de altura, donde se realizaban hace siglos ofrendas y sacrificios propiciatorios para las deidades tutelares locales y las estatales impuestas por el incanato.

Caminos de esta naturaleza y "santuarios de altura" fueron observados en montañas del NOA como el volcán Llullaillaco de 6739 metros, el Nevado de Chañi de casi 6000 m, el conocido Nevado de Acay de 5716 m, el volcán centropuneño Quehuar de 6130 m, entre otros, y solo por mencionar a los mas conocidos de una casi treintena de los andes salteños y alrededor de doscientos en toda la cordillera sudamericana.
Las montañas fueron y son objetos de culto y adoración, y los Incas no escatimaron esfuerzos en construir caminos hacia los santuarios y centros de adoración en los altos cerros, donde llegaron a perpetrar sacrificios humanos.
Un investigador pionero de la "Vialidad Imperial de los Incas" (como se titula una de sus obras, publicada en 1963)

fue León Strube Erdman quien con relación a la provincia de Salta y la vialidad incaica que por su centro la atraviesa comenta:
"...La prolongación de la ruta por Humahuaca y en línea recta se presenta en los llanos de la Almona de Jujuy y de San Antonio de Perico pasando por La Caldera al valle de Lerma en toda su extensión hasta Guachipas, cuyo ramal a Pampa Grande descubrió el mismo fundador de Salta, el Licenciado Lerma.
Tres grandes comunicaciones hacia el O. posee el vasto valle de Lerma:
Por la quebrada del Toro, llamada hasta el siglo pasado Quebrada del Perú, tramo cómodo a La Puna; por la quebrada de Escoipe al valle Calchaquí superior y por Las Conchas al valle Calchaquí inferior, todos recorridos por la vía principal serrana del Inca.
Hablan, asimismo, españoles de caminos existentes desde Jujuy al Siancas o Mojotoro rumbo a la llanura de Metán o Mitana donde topó Heredia, en su vuelta al Perú, con indios Keshuas. [...] Por ahí va un antiquísimo camino hasta Copolique, pueblo estación de Rosario de la Frontera a Antilla y Tucumán.
Otro camino antiguo parte de Rosario de la Frontera por el Cebilar a Candelaria y por Lampaco al Medina siguiendo los llanos de Tucumán.".

Estos caminos, especialmente los del valle de Lerma, con el tiempo se fueron transformando, mutando y desapareciendo debido al lógico incremento poblacional y a la mayor transitabilidad del valle, hoy, algunos de éstos constituyen rutas, avenidas o calles de la ciudad, otros fueron sacrificados a favor de la actividad agropecuaria.

Afortunadamente muchos tramos del camino imperial o sus arterias secundarias se conservan en los inhóspitos parajes de nuestra geografía, muchas veces no muy lejos de los caminos y rutas convencionales, esperando ser revalorizados, estudiados, transitados, conservados; pero se mantienen ocultos, vedados... o tal vez protegidos de la barbarie humana cuyo único y miope norte parece ser el dinero.

"...éste es el camino del Inca!" expresaba entonado el octogenario Agustín Padilla mientras acariciaba su famélico y también senil caballo, "...ellos tenían varios caminos por todo el cerro, uno va pa' Chorrillos y los valles Calchaquies después de pasar por la casa del Inca, otro pal Acay y los salares de la puna, pero éste, es el que baja pal valle de Lerma".

A varios kilómetros de este lugar doña Bernardina, mientras compartíamos un mate cocido y un agradable momento en el atardecer, nos comentaba con total naturalidad "...el camino de los incas baja de los cerros y pasa por la pampa derechito, derechito hasta el otro lado donde están las peñas grandes...y se acaba en el alto, allá en el Chañi".

"...decían los viejos del pueblo que por aquí los antiguos llevaban sal de los salares al valle de Lerma", afirmaba el robusto y curtido baquiano Quipildor en las proximidades de la estación ferroviaria Cachiñal; si revisamos la etimología del topónimo veremos la coherencia de lo dicho: en el idioma de los incas Cachi significa sal, y ñan camino.
Cabe aclarar que en las cartas geográficas de principio de siglo figura con el nombre de "Cachiñan".
Ejemplos toponímicos que hacen alusión a los caminos incaicos tenemos bastantes en nuestros mapas, tal es el caso de Ingañan, Ingamana, Encañan, Saltañan, entre otros.

Los caminos en nuestra geografía estuvieron asociados a la actividad minera en las zonas altas y a la agricultura en las bajas y donde el medio lo permitía, también a fuentes de aguas termales.
De todas estas quizá la más significativa sea la asociación de los caminos con la actividad minera debido a la riqueza de la región, se sabe de muchas canteras de oro y plata que con el tiempo fueron reactivadas y explotadas.

El explorador Alexander Humboldt dijo:
"La austera impresión que da la fragosidad de la cordillera, se ve aumentada inesperadamente por el hecho de que restos notables de la calzada incaica ahí se han conservado, de esta obra gigantesca por la cual en una distancia de 2500 millas geográficas, todas las provincias se hallaban vinculadas.
A trechos, generalmente en distancias iguales, encontramos viviendas construídas de bloques canteados, una especie de caravanera, llamadas tambos y también Ingapilca (pirca, pared). Algunos a modo de baluartes, otros transformados en balnearios por conducción de agua termal; los mayores están destinados a la familia del monarca".

Muchas son las citas que se pueden mencionar, mas todo intento de describir la sublime imponencia de esos bellos caminos arqueológicos quizá resulte vano, pues verlos, caminarlos y sentirlos en los pies causa tal sensación que no hay palabras ni letras que basten.

Quiera el hombre en el futuro, a través de sus decisiones políticas, permitir la investigación, la puesta en valor, la conservación y difusión de este exquisito y amenazado legado cultural que ha pervivido hasta nuestros días, para que pueda ser disfrutado por todos, y en especial por las generaciones venideras, a las cuales nuestro egoísmo, masificación e irracionalidad los está llenando de NADA.

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