Juan Carlos Dávalos nació en Salta, el 11 de enero de 1887.
A los dieciséis años, junto con David Michel Torino, fundó el periódico "Sancho Panza".
Más tarde, se desempeñó como profesor de Literatura y otras asignaturas en el Colegio Nacional de Salta, en el que llegó a ser Vice Rector.
Fue Director del Archivo General de la Provincia y Director de la Biblioteca Provincial "Dr. Victorino de la Plaza".
Falleció en Salta, el 6 de noviembre de 1959.
En el año de 1921, en el campo de la cultura, acaecieron sucesos que quedarían grabados en la memoria colectiva de los salteños, como la conferencia memorable que pronunciara el poeta Juan Carlos Dávalos en la sede del Jockey Club de Buenos Aires, estimulada entre otros por el propio Dr. Castellanos, poeta y escritor, quien a sus 60 años mantenía su siempre vivo interés por el mundo de las letras.
Desde su regreso a Salta, el primer mandatario y el joven Dávalos entablaron una cordial amistad e intercambio de ideas sobre temas que les eran comunes, y es así que en su carácter de gobernador de la provincia Castellanos le remitió al conferencista un efusivo telegrama de salutación en nombre del gobierno a su cargo; manifestándole el orgullo y complacencia de todos sus comprovincianos por su atrayente y amena disertación.
Pese a que Dávalos, ya era conocido por la difusión de varios de sus libros en Buenos Aires, al decir de sus biógrafos, con esta conferencia irrumpíó en el ámbito literatura a nivel nacional, tenía en aquella época 34 años de edad.
Fedrico Castellanos Uriburu, Dr. Joaquín Castellanos, Ricardo Güiraldes, Juan Carlos Dávalos y Alberto Mendioroz
La extensa producción de Juan Carlos Dávalos recorre la prosa, la poesía y el teatro.
Publicó los siguientes poemarios: De mi vida y de mi tierra (Salta, 1914), Cantos agrestes (Salta, 1917), Cantos de la montaña (Buenos Aires, 1921), Otoño (Buenos Aires, 1935), Salta, su alma y sus paisajes (Buenos Aires, 1947), Últimos versos (Salta, 1961).
Sus textos narrativos publicados son: Salta (Buenos Aires, 1918), El viento Blanco (Buenos Aires, 1922), Airampo (Buenos Aires-Córdoba, 1925), Los buscadores de oro (Buenos Aires, 1928), Los gauchos (Buenos Aires, 1928), Los casos del zorro (Buenos Aires- Córdoba, 1925), Relatos lugareños (Buenos Aires, 1930), Los valles de Cachi y Molinos (Buenos Aires, 1937), Estampas lugareñas (Tucumán, 1941), La Venus de los barriales (Tucumán, 1941), Cuentos y relatos del norte argentino (Buenos Aires, 1946), El sarcófago verde y otros cuentos (Salta, 1976).
También dio a conocer textos dramáticos, como Don Juan de Viniegra Herze (Salta, 1917), Águila renga, comedia política (Buenos Aires, 1928, escrita junto a Guillermo Bianchi), La tierra en armas (Buenos Aires, 1935, escrita junto a Ramón Serrano).
Su extensa édita ha sido descripta por Iris Rossi en un completo estudio bibliográfico publicado en 1966 por el Fondo Nacional de las Artes.
En el año 1997, el Senado de la Nación editó, en tres tomos, las Obras Completas de Juan Carlos Dávalos.
La tarea de promover una cultura propia de la región del noroeste emprendida por Juan Carlos Dávalos genera un campo literario que muestra ciertas constantes y que, en las primeras décadas del siglo XX, comienza a reconocerse bajo la designación de "regionalista".
La región que se dibuja en la prosa de Dávalos se circunscribe principalmente a los valles calchaquíes.
Los personajes de este ámbito, que se encarnan en hombres, animales y paisajes, vehiculizan la voluntad de rescate de un extenso material léxico y de las raíces precolombinas.
Dávalos también enfoca -sobre todo en Los Gauchos- la región selvática conocida como "La Frontera".
Así, en la producción davaliana se proyecta una imagen de contactos interegionales que se extiende hacia un espacio andino-chaqueño.
Sepelio de Dn. Juan Carlos Dávalos
Un caballero andante de las letras
Yace aquí el Hidalgo fuerte que a tanto extremo llegó de valiente, que se advierte que la muerte no triunfó que su vida con su muerte, tuvo a todo el mundo en poco; fue el espantajo y el coco del mundo, que tal coyuntura, que acreditó su ventura morir cuerdo y vivir loco".
Estos letras encontradas entre amarillentos papeles olvidados en un rincón de mis archivos reproducen una obra de varios siglos atrás, pareciera que su autor, en aquel tiempo, escribió para un grande a quien en esta edición recordamos.
Este "Hidalgo fuerte", fue tan fuerte que ni la muerte pudo matarlo aquel 6 de noviembre de 1959.
Esa misma muerte que aún llora por su fracaso porque él está aquí y vive entre nosotros.
Este personaje que pasó a ser el alma de Salta se llama Juan Carlos Dávalos, "Don Sanca".
Mucho se ha escrito sobre su labor literaria; de sus anédoctas y de sus expresiones líricas que dejó para la crítica en prestigiosos cenáculos del país como del extranjero.
Quien es quien
Nada mejor en esta recordación del maestro de generaciones de intelectuales que la trascripción de una carta que "Don Sanca" -como afectuosamente lo llamábamos- le enviara desde Cachi a Juan José de Soiza Reilly -cuyos antecedentes no encontré- la que fuera publicada en la desaparecida revista porteña "Caras y Caretas, en su edición Nº 1.826, del 30 de setiembre de 1933.
La epístola aparece fechada en Cachi, el 6 de setiembre de 1933.
Hurgado papeles en mis tareas de"buceador" de la historia o, como se dice, "rata de bibliotecas" me sorprende algunos datos que, por la sensatez del autor, llego a interpretar algunos deslices sobre los personajes de su memorias familiares.
Ruego mil dispensas a los lectores por haber invadido con las "notas" que plasmo al pie del presente artículo.
El escrito comienza diciendo:
"Mi querido amigo: creo necesario puntualizar algunos datos del reportaje.
En primer lugar, mi "charqui" genealógico: por línea materna vengo de patriotas y por la paterna de realistas.
He aquí como:
Don Gervasio de Isasmendi el último gobernador realista de Salta, casó con su sobrina doña Jacoba de Gorostiaga.
De este matrimonio nace doña Ascensión Isasmendi.
Esta se casó con el doctor José Benjamín Dávalos, graduado en Charcas y que murió en 1886, siendo gobernador de Salta. Hijo del doctor Benjamín Dávalos y de doña Ascensión Isasmendi, fue mi padre, quien falleció en 1900, cuando yo tenía 13 años.
Por línea materna desciendo de doña Francisca Güemes -hermana del General Martín Miguel de Güemes- esposa de don Fructuoso Figueroa.
De este matrimonio nació doña Luisa Figueroa.
Esta casó con Francisco Costa, y su hija Isabel Costa casó don Domingo Patrón.
Hija de ambos es mi madre, doña Isabel Patrón Costa de Dávalos.
Mi abuelo Dávalos fue hombre de carácter austero y de gran cultura.
Yo vi en la biblioteca de mi padre [Arturo León Dávalos] apuntes de puño y letra de mi abuelo.
Eran máximas selectas de diversos autores, aforismos, pensamientos, glosas de sus lecturas, en una caligrafía preciosa, casi atildada.
Esos manuscritos se perdieron.
Mi padre heredó la tenencia a la expresión escrita, y siendo muchacho escribió versos de los que renegó cuando -ya hombre- comprendió que la prosa era su veta.
Dejó un libro, "Noticias Históricas sobre el Tucumán".
Publicó folletos sobre temas educacionales, unas vistas fiscales, otro sobre la cuestión argentino-chilena, otro sobre la Puna de Atacama.
Su tendencia literaria respondía más a su cultura jurídica y a sus fines políticos, que era un verdadero temperamento artístico."
"Se graduó en Derecho en la Universidad de Buenos Aires.
Estudió en sus primeros años, en el Colegio de la Compañía, en Córdoba".
"Entre mis antepasados por la línea materna, recuerdo haber oído citar en casa como intelectuales -aunque no como escritores- a mis tíos abuelos, don Daniel y Robustiano Patrón, educacionista en Córdoba y en Salta, respectivamente, y hombres cultores del latín y del francés.
Mi abuelo, don Domingo Patrón, era estanciero, y en sociedad con don Roberto -padre del actual Robustiano [+24/9/65], presidente del Partido Demócrata Nacional-, crearon una fortuna muy grande para su época, estableciendo en Salta los primeros aserraderos mecánicos, con maquinarias traídas de Inglaterra, y la más próspera curtiduría del norte argentino".
"Otro tío abuelo mío por línea materna, don Luis Avelino Costas, fue en sus mocedades un buen poeta romántico, publicó versos en los diarios de Salta, pero no llegó a imprimir libros.
Todos estos datos se refieren a los años comprendidos entre 1845 y 1870".
Como artesano de las letras
Juan Carlos Dávalos en su carta a Soiza Reilly habla ya de sí, en estos términos:
"Mi vocación despertó a los 13 o 14 años.
El año que murió mi padre, pasé el verano con mi abuela Isasmendi, en su finca Colomé, en tierras calchaquíes, donde mi bisabuelo había tenido una enorme encomienda: la que hoy es todo el departamento de Molinos.
Las originales costumbres, los quehaceres domésticos, morales e industriosos de mi abuela, sus colerones, sus rezos, sus reniegos con la servidumbre, en fin, todos los aspectos de un carácter excepcionalmente apasionado y enérgico, los consigné en un cuaderno escolar, y en secreto.
Uno de mis tíos me sorprendió escribiendo, leyó los apuntes y se armó un alboroto. Sofocón de mi abuela, llanto, reprimenda de mis tíos, y por último secuestro y destrucción de las páginas indiscretas e irreverentes".
"A los 15 años publiqué versos, muy malos naturalmente, en los diarios de mi pueblo, y artículos periodísticos de diversa índole: crítica social, crítica literaria, actividades estudiantiles, etc.
A los 17 años, en compañía de David Michel Torino, actual director de El Intransigente, y de Julio J. Paz, el periódico estudiantil "Sancho Panza" que murió al 5º o 6º número, víctima de su propia insensatez".
Más adelante cuenta sobre sus estudios ya sea en el Nacional de Salta, en el San José de Buenos Aires y cuando su madre aspira tener un hijo abogado el poeta a quien estamos honrando en el nuevo aniversario de su muerte, acaecida el 6 de noviembre de 1959, confiesa: "… pero como yo disponía de harto dinero, en vez de estudiar, me dediqué a la vagancia y a la lectura.
Después de 3 años de "hacer de estudiante" me vine a Salta, donde compré un aserradero y serruché 80,000 pesos, arruinando, o poco menos, a mi familia que pagaron mis deudas y no me dejaron quebrar".
Al concluir su autobiografía -escrita en l933- rinde su homenaje a la esposa, "mi mujercita". "Se llama María Celesia Elena.
Yo la llamo "Doña Chela", cariñosamente, porque es la señora de mis pensamientos y la inspiradora de mis versos, y alentadora de mi incurable pereza para escribir…
Si fuera posible mentarla -cuenta más adelante- sólo como lo es: un alto y puro espíritu excepcionalmente noble, quedaríamos encantados.
Es mujer de su casa y no desea verse en evidencia".
Clara vivencia de un hijo privilegiado de Salta: hombre y poeta; arte y vida. Un bohemio con aire de caballero de España y de hidalguía de todos los bohemios.
Andrés Mendieta