Quienes tienen el privilegio de transcurrir su vida en Salta, como aquellos que la visitan fugazmente, han tenido oportunidad de ver gauchos con sus caballos ensillados con guardamonte.
Esta tan impresionante como bella imagen determinada por la aparente fusión de jinete, caballo y cueros es sin duda, la materialización visual de un concepto abstracto como es el de “gaucho salteño”.
Considerado válido y aceptado lo arriba expresado, puede resultar de interés permitir que el guardamonte nos cuente su historia –breve y rápidamente- tratando de aclarar interrogantes referidos a su definición. origen, utilidad, fabricación y fundamentalmente su implicancia en la creación de la actual República Argentina, al ser parte indisoluble de lo que se conoce como “gaucho salteño” o “de Güemes”.
DEFINICIÓN
A pesar de que -como salteños- nos parece una obviedad, veremos en qué consiste el guardamonte según definición de famosos expertos en folclore y/o temas gauchescos o tradicionales.
José V. Solá, en su Diccionario de Regionalismos de Salta, nos dice:
“Resguardo de cuero, colocados a ambos lados del apero, que protege al gaucho de las ramas y agudas púas de los montes salteños”.
María F. Osán de Pérez Sáenz (Diccionario de americanismos de Salta y Jujuy), expresa:
“piezas de cuero muy fuerte que cuelgan por delante de la montura, sujetas al arzón delantero por dos correones.
Sirven para defender las piernas del jinete de las malezas del monte.
Semejan grandes alones”.
Félix Coluccio (Diccionario Folclórico Argentino) afirma:
“Prenda de cuero con que los hombres de campo del Norte Argentino protegen sus piernas de la vegetación espinosa de los montes”.
Justo P. Sáenz (h) (Equitación gaucha), nos relata:
“El del salteño, que ideó el propio (apero), amplio de estribos y cerrado de arzones, donde enchufar el guardamontes y asegurar al jinete en la continua acrobacia de la corrida en la selva”.
Tito Saubidet (Vocabulario y Refranero criollo): no lo menciona.
Escasos renglones ocupan estas someras descripciones, en las 2543 páginas escritas por los autores mencionados, evidenciando la escasa importancia que le asignan, sin embargo queda clara su finalidad protectora contra el monte de determinadas áreas geográficas.
Por ello resulta imprescindible escuchar a Juan Carlos Dávalos (Los gauchos) que, con su incomparable prosa nos deleita, ilustra y amplía dicho concepto.
“Asentado el apero y cinchado, se cuelgan de la cabezada (arzón delantero) los guardamontes, y se le asegura con un juego de tientos que van atados a la encimera.
Los guardamontes son el toque característico de la montura gaucha.
Completan admirablemente las líneas del caballo.
Le prestan cierto donaire y se puede decir que gaucho sin guardamontes se siente como desairado, algo así como gentleman que estuviese de frac y sin chaleco.
Los guardamontes camperos no son de proporciones exageradas, como vemos en los pueblos, sino cortos y angostos para que resulten livianos y no sean un estorbo en la carrera (…)”
El inhóspito e impenetrable monte salteño, que sólo puede ser vencido con guardamontes, queda ante nosotros descrito por Dávalos:
“montaron y partieron, y dejando a un lado la senda se largaron al trotecito corto, cerro arriba, pegados al flanco del caballo, sonando los guardamontes con los “guascazos” de las ramas.
Llegaron al borde de un barranco a pique, y los caballos, sentados en las patas como perros, se deslizaron en una resbalada súbita.
Tuvieron luego que trepar por el opuesto borde, y los caballos haciéndose arco lo escalaron arañando” (…) “El hombre se yergue en los estribos, asesta en el guardamonte un lonjazo que estalla como detonación y lanza un largo grito para azuzar la jauría”.
“Me proveyeron de una cabalgada gaucha, incluso guardamontes, cuchillo de 14 pulgadas y coleto: tres cosas sin las cuales no hay tampoco gaucho.
El guardamonte protege las piernas, el coleto (saco de cuero) el cuerpo; el cuchillo la cara del jinete, contra la maraña espesísima y bravía”.
Escueta relación, pero suficiente para poder afirmar que sin la acción protectora del guardamonte, la actividad ecuestre no hubiera sido posible en gran parte del territorio salteño.
FABRICACIÓN
Desde el comienzo de la humanidad, los objetos creados por el hombre en su beneficio –los inventos- nacieron en su mente, producto de la observación, para luego ser materializado con elementos que estaban a su alcance.
El hombre de campo –el gaucho- disponiendo de ilimitada cantidad de cuero, y de un paciente dominio de su cuchillo fue adaptando y creando lo más adecuado para su mayor eficacia en la vida rural, fundamentalmente ecuestre.
Nuevamente Dávalos nos ilustra: “El ensillado que consta por lo menos de treinta piezas distintas, es obra de sus manos…
De sus toscas manos salen elegantes guardamontes, coletos de becerro, guardamontes de cordoban (cuero de cabra) para proteger la ropa.
De sus manos salen lazos para apresar el ganado en el corral y la selva”.
Elegir el cuero adecuado es una verdadera ciencia, que resume siglos de experiencia.
Los mejores se obtienen de animales machos, con pelaje castaño y astas rubias, siendo imprescindible que sea animal flaco, libre de cicatrices que luego debilitan el cuero.
Elegir vaca o novillo, jamás gordo ni buey ni toruno pues el suyo es adiposo y, por ende, débil.
El tiempo seco de invierno, es la mejor época del año para cuerear y estaquear el cuero estirándolo al máximo.
Llegada la temporada húmeda se lo remoja y recién está en condiciones de ser cortado.
ORIGEN Y PROCEDENCIA
Siendo el caballo y la montura procedentes de España, nace el interrogante de si los guardamontes o su adaptación tienen el mismo origen, o fueron creados en nuestra actual Argentina.
En búsqueda de una respuesta, se analizaron los relatos de los cronistas que presenciaron y participaron en la llegada de los primeros caballos y sus monturas.
Así tanto en la conquista de Méjico y Perú existen detallados relatos y descripciones de los caballos y de las sillas que trajeron los conquistadores españoles, la Vaquera y la de Guerra, en las cuales se montaba a “la jineta” o a “la brida” respectivamente, únicas empleadas por los españoles.
Como puede verse en la obra “Caballos famosos, entre la historia y la leyenda”, ningún cronista refiere el empleo de guardamontes, o un posible precursor de los mismos.
En la imprescindible y extensa carta de Guaman Poma de Ayala, titulada “Nueva crónica y buen gobierno”, enviada a Felipe II en 1615, profusamente ilustrada, existen 13 dibujos ecuestres referidos a españoles del Peru con detalles de frenos, silla, forma de montar, estribos y herraduras, sin representar guardamontes o precursores.
En 1608 los vecinos de Santiago del Estero, deben responder al “Memorial real” de este año, donde relatan las armas y cabalgaduras que poseen, las cuales son: caballos de guerra, regalados, de campo y de camino, de caballeriza, de casa, y de pasto.
Espada, daga, cota, lanza, arcabuz y coleto de ante. Resaltándose que se mencionan sillas a la brida y a la jineta, en las cuales no se podía adosar guardamontes, además de que no son consignados ni mencionados.
Corrobora lo expresado, reafirmándolo, el testamento del indio peruano Juan Quisma, citado por Adela Fernandez Alexander de Schor, efectuado en 1608, en Tucumán. De profesión “talabartero o zapatero o sillero”.
Al mencionar a sus deudores dice: “Bernabé Ortiz le debe 6 novillos del resto de una silla que le vendí” (…) “Mujer del susodicho, cuatro pesos de una silla jineta….16 pesos de una silla que le hice a Juan Romero”.
De lo que deducimos que en Tucumán, al igual que en Santiago de Estero, se emplearon, a comienzos del siglo XVII (1600), sillas jinetas, sin referirse para nada al apero criollo ni a los guardamontes.
Así, podemos afirmar que desde la llegada de los primeros caballos a Méjico en 1519, hasta 1608 en Santiago del Estero y Tucumán y, posteriormente Perú en 1615, no se conocían los guardamontes, los cuales, sin lugar a dudas, fueron ideados con posterioridad a dicha fecha en algún lugar de la actual Argentina.
¿QUIÉNES LO DISEÑARON?
Será el Padre Florián Paucke, jesuita polaco, que recorrió Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y el Chaco entre 1747 y 1767, quien en su “Iconografía Colonial” y a través de sus dibujos, nos mostrará las imágenes de 262 caballos montados por indios, criollos o españoles en la guerra, caza o trabajos rurales.
Del análisis de las mismas podemos ver detalles de los caballos, arreos, riendas, estribos y recados o sillas de montar. En ninguna de ellas se visualizan guardamontes, lo cual nos autoriza a afirmar que los mismos no se empleaban en las provincias mencionadas, o no se conocían en el siglo XVIII.
En la profusa bibliografía de viajeros que recorren el país en los siglos XVIII y XIX, se observan detallados relatos y meticulosas descripciones de las sillas de montar o recados criollos, que se emplean en la Pampa y Mesopotamia, sin encontrarse mención de ellos.
Lo relatado nos autoriza a pensar que eran desconocidos en las mencionadas regiones.
La primera relación y descripción de los guardamontes es efectuada por el Gral. José María Paz en sus memorias, que al referirse a Güemes en 1814 nos dice: “Principió por identificarse con los gauchos, adoptando su traje en la forma, pero no en la materia, porque era lujoso en su vestido, usando guardamontes y afectando las maneras de aquellas gentes poco civilizadas”.
Como éstos eran sólo empleados en Salta, siente la necesidad de explicar como son ellos:
“Guardamontes es un cuero de buey, dividido en dos partes y recortado convenientemente, de modo que cae a ambos lados del caballo.
Colocado en la parte delantera de la montura, cubre las piernas y una parte del cuerpo del jinete, preservándolo de las picaduras de las espinas cuando corre por aquellos bosques casi vírgenes”.
“Posteriormente y siendo ya gobernador de Salta, hasta cuando paseaba por la ciudad, solía poner guardamontes, por ostentación, y llegó a tenerlos de mucho lujo, de tela fina y lujoso bordado”.
En similar época, durante la guerra de la Independencia, en el combate de Culpina, el Gral. Gregorio Aráoz de Lamadrid exclama:
“-¡Avancen los húsares de la muerte, no hay que dar cuartel a estos perversos!- y golpeando los guardamontes que llevábamos, atropelló”.
Será Bernardo Frías el severo historiador y exhaustivo recopilador de antiguas tradiciones, quien nos relate cómo eran los guardamontes usados por el General Güemes y sus gauchos, “Quien en las calles de Salta o las de Jujuy lo había admirado pasearse en sus magníficos y fabulosos corceles enjaezados con lujo, luciendo en ellos sus bordaduras militares de oro con incomparable elegancia, y pasaba ahora a contemplarlo provisto de guardamontes desnudos, cubierto con su poncho, ceñido a la cintura el chiripa, crecida la barba y tendido sobre el pecho del caballo, perderse a toda carrera por el monte espeso, espinoso”.
“(…) Güemes ostentaba los famosos guardamontes de sus legiones, haciendo juego con los que llevaban los escuadrones de gauchos que formaban parte de su escolta.
Pero estos, sus guardamontes de ciudad, si los pudiéramos llamar, no eran de manera alguna semejantes a los que usaba en campaña, ni como los que llevaban los gauchos.
Aquella prenda urbanizada era riquísima, primorosa y deslumbrante; porque estos guardamontes de paseo, y que eran no más que mero adorno de su caballo, los llevaba revestidos de seda punzó; en los ángulos como en la línea de los contornos circundándolos, brillaban los bordados de realce, en hilo de oro; de todas sus orillas flotaba al aire el rapacejo de oro, y en la parte superior caían y golpeaban, sacudidas por el andar del caballo, dos grandes borlas de oro también”.
Queda así ante nuestros ojos, claramente demostrado, que el empleo de los guardamontes en Salta, era una práctica habitual antes de la guerra de la Independencia, tanto que fue lo más natural y obvio que los llevaran en sus caballos Güemes y sus gauchos en la vida rural, urbana y en la guerra..
Continúa Bernardo Frías:
“Güemes transportó consigo, con su gente estos usos al Ejército, y así sirvió en el bajo las órdenes de Rondeau con arreos de gaucho y guardamontes. Luego lo tomó por sistema cuando llegó al gobierno, haciendo de ello profusa ostentación”.
La importancia del guardamonte radicaba en que sin ellos era –y es- imposible penetrar en el agreste monte salteño sin ser destrozado por el mismo, lo que significaba una ventaja de incalculable valor sobre las tropas realistas, que veían limitado su desplazamiento solo a zonas con caminos o picadas.
Quedaba así todo el monte bajo el dominio de los gauchos, desde donde efectuaban sorpresivos y letales ataques, precedidos del aterrorizador y paralizante estruendo producido por los golpes de ramas y rebenques sobre el duro cuero de los guardamontes, transformándolos así, en invencibles.
Finalmente en busca de mayores datos sobre el tema de análisis, recurrimos al saber y conocimiento popular, cuya sabiduría demostrada en numerosos ejemplos históricos, raramente se equivoca.
Razón por la cual analizaremos lo que nos dice el cancionero popular en búsqueda de referencias sobre los guardamontes.
En primer lugar, León Benaroz en su Cancionero Popular Argentino, selección de 270 composiciones, representativas de todas las regiones del país: zambas, y chacareras norteñas; cuecas y tonadas de Cuyo, chamamés del Litoral Mesopotámico; gatos, triunfos y milongas pampeanas, etc, nos permitirá iniciar el mencionado análisis.
Como no podía ser de otra manera, la única mención existente en esta selección se encuentra en “Zamba de Anta”, letra de Manuel Castilla y César Perdiguero, con música de Gustavo Leguizamón, de la cual extractamos:
Ay Anta, tierra arisca,Sombra de los tigres, flor del Yuchan.
Si braman los guardamontes,Una vidala se va.
En base a esto, focalizamos nuestra atención en Salta, siendo para ello imprescindible escuchar a Juan Alfonso Carrizo, quien en las 707 páginas de su “Cancionero Popular de Salta”, recopila lo siguiente:
¡Águila que vas volando!
Por la ceja de aquel monte
¿Qué no te pasman las ramas
Que no ponís guardamonte?
Seguida por la copla recogida Nº 3756 de la página 635 que dice:
En la punta de aquel cerro,Yo corrí una vaca overa,
Al ruido de los guardamontes,
Sali escapando polvareda.
Con similar intención, revisamos del mismo erudito autor, su Cancionero Popular de Tucumán, tomos I y II (1146 páginas) sin encontrar mención alguna a los guardamontes.
CONCLUSIÓN
El breve y escueto análisis realizado, nos autoriza a afirmar que el guardamontes fue ideado en Salta, y masivamente empleado en gran parte de su territorio, sin el cual la actividad rural y ganadera habría sido –y es- imposible.
No quedan dudas al respecto, sobre el papel determinante del mismo en la guerra de la Independencia, donde, empleado por Güemes y sus gauchos, fue imprescindible en el tipo de lucha implementado por éste, que le permitió derrotar a las invencibles tropas realistas.
Sin lugar a dudas, en el alma de todos los habitantes de esta provincia, la síntesis y esencia del gaucho salteño tiene un icono inconfundible: el guardamonte.
POST SCRIPTUM
Durante una conversación efectuada sesenta años atrás en una frígida mañana invernal, mientras los caballos aplastaban la escarcha que sosegaba al Río Colomé, escuché a Don Eugenio Guantay, quien con su peculiar y sereno modo de expresarse, quizás estimulados sus recuerdos por el esplendor del rosado día que nacía, manifestó:
“En helados días como éstos, y a mediados de Junio, en tiempos de mi abuelo y hacia la oración, cuando el sol quiere perderse tras los cerros del Poniente, se escuchaba un retumbo como de cueros azotados, y en el último instante en que la luz permite ver, cruzaban el cielo jinetes cuyos caballos ensillados con alados guardamontes volaban en el oscuro firmamento… Decían que eran el ánima de Güemes y sus gauchos que nos seguían cuidando”, afirmó el viejo capataz, mientras su mirada se perdía en la interminable inmensidad de los cerros.
Lucio E. Cornejo
BIBLIOGRAFÍA
María Osán de Pérez Saenz: “Diccionario de americanismos de Salta y Jujuy”. Secretaría de Cultura Prov. De Salta, 2006.José V. Solá: “Diccionario de regionalismos de Salta”. Plus Ultra. Bs. As, 1975.Félix Coluccio: “Diccionario Folclórico Argentino”. Plus Ultra. Bs. As, 1997.Justo P. Saenz: “Equitación Gaucha”. Emece. Bs. As. 1997.Tito Saubidet: “Vocabulario y refranero criollo”. Letemendia. Bs. As, 2006Juan Carlos Dávalos: Obras completas. Vol III, Secretaría Parlamentaria- Dirección Publicaciones. Bs. As 1997.Florián Paucke S. J: “Iconografía Colonial”. 1749. 1767. Editorial Emece, Bs. As. 1999F. de Oliveira Cesar: “Güemes y sus gauchos. Escenas de la Independencia Argentina”. Felix Lajovane Editor, Bs. As 1895.Bernardo Frías: “Historia del Gral. Martín Güemes y de la Independencia de Salta. Tomo III. De Palma. Bs. As 1972.León Benarós: “Cancionero popular argentino”. Ed. Libertador. Bs. As 2001Juan A. Carrillo: “Cancionero Popular de Tucumán” tomos I y II. Baidoco. Bs. As. 1937.Guaman Poma de Ayala: “Nueva crónica y buen gobierno”. Siglo XXI. Méjico 1981
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