CUENTA SU VERSION DEL CONFLICTO
Nicolás Kasanzew, único periodista argentino que estuvo en las islas Malvinas los 74 días que duró la guerra, en abril de 1982, está en Salta, adonde vino invitado por la Asociación de Veteranos de la Guerra de Malvinas y los gobiernos provincial y municipal, para presentar su último libro “Malvinas por siempre argentinas”.
Reside en Miami (EE UU), donde trabaja en la TV de habla hispana. Nació el 31 de mayo de 1948 en Salzburgo, Austria, y llegó a la Argentina cuando tenía 5 meses.
¿Qué recuerda del momento que pisó el suelo de las islas?
Una gran emoción porque yo, y creo que la inmensa mayoría de los argentinos, habíamos soñado durante toda la vida.
Era un sueño hecho realidad.
Después bastante rápido me di cuenta de que esto estaba hecho como un amague...
Los militares argentinos no querían ir a la guerra, querían hacer un amague y retirarse, pero les salió mal porque el pueblo argentino no les dio posibilidades de retroceder.
Yo hablé con el sobrino del entonces ministro de Defensa, Amadeo Frúgoli, y me contó que cuando Leopoldo Galtieri se dio cuenta de que Estados Unidos no iba a permanecer neutral, dijo que sacaría las tropas de las islas, a lo que Frúgoli le contestó:
“Si sacamos las tropas de las islas ahora, la gente nos cuelga en Plaza de Mayo” .
La gente había plebiscitado la guerra y todos los políticos apoyaron la ocupación de las Malvinas.
Hasta un grupo de Montoneros se ofreció como voluntario.
Inclusive, hubo una operación militar que fracasó, que era ir a dinamitar buques ingleses a Gibraltar, que se conformó por marinos y montoneros, uno de ellos experto en explosivos Malvinas fue una causa nacional y no la loca aventura de un general borracho, como nos lo quieren vender aquellos que quieren que la Argentina nunca levante cabeza.
A Galtieri lo pescaron con un vaso de whisky en la mano un par de veces, le sacaron varias fotos, él tenía una voz aguardentosa que se prestaba a confusión.
Yo hice una pequeña investigación y puedo decir que Galtieri no era alcohólico.
Pero lo que importa no es eso, lo que importa es si condujo bien o no la guerra.
Y claro que no la condujo bien, pero nadie lo juzga por eso, se insiste con el vaso en la mano.
¿Cómo se relaciona esto con la desmalvinización?
La desmalvinización no es otra cosa que lo que dijo Winston Churchil III, el 22 de junio de 1982, una vez terminada la guerra:
“Hay que revolcar a los argentinos en el fango de la humillación”.
Y nos estamos revolcando en el fango de la humillación hasta el día de hoy.
Seguimos los designios de los políticos ingleses apoyados por los cipayos de nuestro país.
Y esto ya tiene 28 años.
Esta es una gran mentira histórica y una gran injusticia que fueron a pelear por la patria, no por una loca aventura.
¿Se puede dar vuelta esta historia?
Si no lo hacemos vamos a desaparecer como nación.
Es grave lo que dice...
Mirá, los países que no quieren tener Fuerzas Armadas (el brazo armado del pueblo), los países que se desarman, desaparecen como nación.
Argentina tiene reservas acuíferas, territoriales, petrolíferas, tenemos vecinos que están armándose hasta los dientes y nosotros no tenemos Fuerzas Armadas.
Entre muchísimas otras cosas que nos daría la reivindicación de la Guerra de Malvinas, que no es otra cosa que contar la verdadera historia con sus claros y sus oscuros, sería volver a existir como Nación porque no puede ser que no tengamos Fuerzas Armadas.
Y esto no es belicismo sino necesario para preservar la paz.
Porque tener un poderoso ejército disuasorio, honrado por la población y a los héroes que caminan entre nosotros antes de que se mueran, es una cuestión de justicia.
¿Cómo analiza la relación Malvinas-Proceso militar?
Primero, Malvinas no empieza en 1982 sino que hay 150 años de brega de los argentinos por recuperarlas.
Segundo, ante una provocación de Margaret Thatcher, que manda sus buques de guerra a las islas Georgias, lo que hace el Gobierno del Proceso es pisar el palito e idear un amague que no pudo ser.
Ese 2 de abril el pueblo invadió las plazas del país y en los videos de la época se escucha y se ve claramente que cuando Galtieri decía:
“Yo, presidente de los argentinos”, era silbado, y cuando decía “les daremos batalla”, era ovacionado.
La gente estaba plebiscitando la reconquista de Malvinas, haciendo una clara diferencia entre el gobierno de turno y la causa nacional de hacía 150 años.
Los argentinos hubieran ido a la plaza con Isabelita, con Alfonsín, con el que se hubiera decidido a hacerlo.
Hay fotos de esa manifestación donde se ven pancartas que dicen “Malvinas sí, Proceso no ”.
Este apoyo siguió durante todo el Proceso y terminó el 14 de junio en la rendición de Menéndez, en una explosión de frustración y bronca que la gente va de nuevo a Plaza de Mayo para protestar contra la rendición y nuevamente es apaleada por la policía del Proceso.
Además, el Proceso llevó a cabo una guerra sucia, desatada por el marxismo, pero sucia, y por tanto inaceptable.
Malvinas, en cambio, fue una guerra limpia, los nuestros rescataban a los ingleses, los ingleses a los nuestros, había códigos...
¿Cómo recuerda su tarea periodística?
Usted fue una de las caras más visibles del periodismo durante la guerra de Malvinas, junto a Gómez Fuentes en ATC (actual Canal 7).
El estaba en el continente, nada que ver.
¿Bueno, qué recuerda Ud. que fue el único periodista que estuvo en las islas durante toda la guerra?
Para mí es un honor haber estado, aunque el secretario y el subsecretario de Cultura del gobierno de Raúl Alfonsín, Carlos Gorostiza y Marcos Aguinis, respectivamente, me dijeron de frente que yo no tenía derechos a trabajar porque era “la cara de Malvinas”; no se daban cuenta de que para mí es un honor hasta demasiado grande.
Para mí la guerra de Malvinas son los veteranos, son nuestros héroes.
Ellos usan lo de “la cara de Malvinas” como si fuera un insulto, cuando para mí es un honor haber estado allí.
¿Y sobre la información que mandaba qué tiene para decir?
Tengo la conciencia muy tranquila porque yo no desinformé ni mentí.
Yo puedo probar eso.
La desinformación triunfalista nacía y se propagaba desde el continente.
La prueba mía es que el 90 por ciento de lo que mi camarógrafo y yo mandábamos nunca se puso en el aire; evidentemente, ese material no era funcional a la censura militar.
Cuando volvimos, nuestros compañeros nos contaron que todo eso fue destruido.
¿Cómo salía el material de ustedes de las islas?Había varias censuras.
Yo tenía un censor en las islas que me impedía firmar tal o cual cosa y me hacía borrar otras, bajo amenaza de corte marcial.
Porque un corresponsal de guerra está sometido al poder militar.
Otra censura estaba en Comodoro Rivadavia, y la última en ATC, donde el Ejército hacía la última y definitiva censura.
En definitiva, no quedaba casi nada.
En parte, creo que puede deberse a que yo había desobedecido una orden para no filmar conscriptos “para que no vean que son bisoños”, si todo el país sabía que eran bisoños.
Yo me negué a cumplir esa orden, primero, por ética periodística y, segundo, porque los soldados se ponían muy contentos cuando los filmábamos porque era la esperanza de que los pudieran ver en sus casas.
Por ejemplo, la familia de Emilio (López, presidente de la Asociación de Ex Combatientes de Salta) lo vio en una de esas tomas que se emitieron.
Sin embargo, usted pudo conservar fotos que tomó con su propia cámara.
Yo sacaba con mi cámara cosas de la vida cotidiana de los soldados.
Después de que hicieron desaparecer 7 rollos, logré guardar algunas diapositivas. Cuando se cumplieron 25 años del fin del conflicto, sufrí un nuevo ataque, esta vez desde el gobierno kirchnerista, a través de Gabriela Cerrutti y María Wembe, secretaria y subsecretaria de Derechos Humanos.
Dijeron que yo era periodista de la dictadura, que había engañado al pueblo argentino, me quitaron la pensión otorgada por el Congreso Nacional a los civiles que participamos de la guerra.
Desafié a Cerrutti a que encontrara una mentira mía en el archivo de ATC, por supuesto que no la encontró.
En resumen, con altibajos, a mí me vienen persiguiendo desde hace 27 o 28 años por haber estado en Malvinas.
Pero bueno, es un precio que estoy dispuesto a pagar porque nadie me quita el honor de haber estado allá, codo a codo con los soldados.
¿Por qué esta persecución de tantos años?
Yo soy un testigo incómodo.
Cada cual estaba en su trinchera, pero yo andaba por donde podía y me dejaban, y eso me permitía una visión global, son independiente, nunca pertenecí a las Fuerzas Armadas, nunca he sido de ningún servicio.
Mi versión incomoda porque es políticamente incorrecta, completamente distinta, que se ha establecido como dogma, como pensamiento único sobre Malvinas en la Argentina.
¿Cree que en algún momento llegará el reconocimiento a los que pelearon en Malvinas?
La guerra de Malvinas tiene su propio peso histórico que se va a imponer cuando ceda la basura ideológica que está embarrando la cancha.
Hoy a las Fuerzas Armadas no se les permite ni existir, es mala palabra todo lo que tiene que ver con ellas cuando en cualquier país normal existen y son respetadas.
Así como nosotros tuvimos al Sargento Cabral, al Negro Falucho, ahora tenemos héroes caminando entre nosotros y mañana serán los héroes que inspiren a las futuras generaciones.
Creo que el reconocimiento va a llegar algún día, no sé si lo vamos a ver nosotros...
¿Cómo era Mario B. Menéndez?
Un pusilánime, un tipo que no quería combatir, un tipo que nunca dio una orden de ataque ni de contraataque, uno de los muchos (por no decir todos) los generales argentinos que demostraron que para ellos el “O juremos con gloria morir” del Himno Nacional es un sonido hueco.
“En todas las guerras de la historia de la humanidad pelearon chicos de 18 y hasta de 16 años.
Los ingleses mismos tenían soldados de 16 años”.
“Sí teníamos armamento deficiente, pero también teníamos los Roland (artillería misilística), que en ese momento tenía el ejército suizo”.
“Los borceguíes de los soldados argentinos eran codiciados y eran el botín preferido de los ingleses; los de ellos se despegaban por el agua”.
“En la guerra hubo de todo, pero el Proceso trató de tapar las miserias y los gobiernos desmalvinizadores tratan de tapar las grandezas”.